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josemarco

UN HIMNO A LA LIBERTAD

UN HIMNO A LA LIBERTAD

     Esta mañana me he levantado tarareando el Canto a la libertad de nuestro aragonés universal más reciente, José Antonio Labordeta. Hace ya un año que nos dejó "El Abuelo" y todavía recuerdo esos actos de homenaje a su memoria, tanto institucionales como populares. Pero los tiempos han cambiado y, al parecer, lo institucional y lo popular han tomado caminos divergentes: hace dos días el muro ideológico de los representantes de centroderecha del actual gobierno de Aragón impidió que este himno popular sustituyera al actual. De nada valieron las más de 25.000 firmas de aragoneses de a pie, de nada valieron las manifestaciones populares que han recorrido la geografía española durante los últimos meses.  Pero lo que más me ha sorprendido, no ha sido la negativa a incluir este himno como el canto oficial de Aragón. Lo que ha desautorizado a algunos políticos es  que sus razonamientos para seguir con un himno que desconocen la mayoría de los aragoneses, no tienen, en mi opinión, ningún fundamento lógico.

     Por eso me he levantado canturreando este himno, que tantas veces canté con los brazos en alto en la plaza de Jorcas, en la plaza del Pilar, en teatros y en pabellones. Un numeroso grupo de aragoneses volvieron a cantarlo ayer en el centro de Zaragoza. Y mañana volverá a resonar en calles, colegios y centros culturales. Va a ser inevitable que siga siendo el himno de todos los aragoneses. A pesar del voto de algunos políticos, a pesar de sus razonamientos hueros, a pesar de sus oídos sordos a la voz del pueblo.

     Como homenaje a José Antonio, voy a transcribir unas palabras del libro Los amigos contados, que reúne artículos publicados en la revista Andalán desde 1979 a 1982. Labordeta expresa una sensación ante la realidad que le rodea, que no dista demasiado de la actual:

     "Ando hace tiempo entre asombrado y vago, entre tristón y lento, entre irascible y asco cotidiano. Ando, quiero decir, hace tiempo observando el cotarro. Y realmente no está para cantar una gloria de alegría".

      ¿Qué diría Labordeta, doce meses después de su partida, de la convulsa economía mundial, de la política de vodevil, del desarrollismo salvaje, de los vaivenes sociales, de las agresiones a la cultura, de los recortes en educación, del malestar reinante, de los indignados, de los resignados? Seguro que no permanecería indiferente y que volvería a entonar con energía ese canto de futuro, siempre actual y convincente, a pesar de los silencios y de los olvidos.

 

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