UNA ASIGNATURA PENDIENTE
La semana pasada recorrí casi doscientos kilómetros en una tarde para acercarme desde Aliaga hasta Mosqueruela e intentar buscar alguno de los pocos rebollones que los cientos de visitantes de la comunidad vecina habían buscado y rebuscado - dejando un rastro infernal - el día 9 de octubre. Mi idea era recalar en Fortanete, pero el vallado de una zona boscosa y el aspecto más bien seco del monte me animó a subir hasta Cantavieja y a afrontar veinticuatro kilómetros más hasta la población de Mosqueruela. En pocas horas, recorrí una parte de cuatro comarcas turolenses: Cuencas Mineras, Maestrazgo, Gúdar-Javalambre y Comunidad de Teruel. El denominador común de las carreteras de esta extensa y desolada zona fue el mal estado de las carreteras - si es que se pueden denominar así - en esa tarde apacible y algo lluviosa del mes de octubre.
Y es que recorrer esta zona sudeste de la provincia de Teruel tiene su encanto por la contemplación de un paisaje, embellecido en otoño por una sinfonía sorprendente de colores y sonidos. Pero, como contrapartida, supone un elevado riesgo para el que se desplaza con su vehículo a conocer la zona o a visitar a algún amigo o familiar. No quiero ni pensar lo que supondrá en invierno el desplazamiento por estas rutas lindantes con la provincia de Castellón. La mayoría desisten, pero muchos no tienen más remedio que hacerlo por sus obligaciones familiares o laborales. Por eso es un pequeño paso - de tortuga o de hormiga - la reciente inauguración de una carretera asfaltada - en pleno siglo XXI - entre las localidades de Cantavieja, Mirambel y La Cuba. Este último pequeño núcleo rural - que no alcanza los cien habitantes - ha sido el más beneficiado. De todos modos, sus vecinos reconocen que queda mucho por hacer y que las comunicaciones en Teruel siguen siendo una asignatura pendiente.
Así lo comprobé el 10 de octubre cuando me dirigía a Mosqueruela desde Cantavieja y cuando decidí regresar - para no repetir el mismo torturoso trayecto - por Valdelinares, el municipio más alto de España. Menos mal que conozco bastante bien la carretera. Porque la conducción de mi vehículo se parecía más a un rally que a una ruta de fin de semana. Tuve que sortear baches continuamente, afrontar el trazado de curvas inverosímiles - sobre todo desde Valdelinares hasta el puerto de Sollavientos - y transitar por un firme que parecía más un pedregal que un asfaltado. Y si no que se lo pregunten a los vecinos de Jorcas, Aguilar o Camarillas. Comentaba con mi acompañante que no sé cómo no se producen más accidentes. Quizás sea por el escaso tráfico. Por eso la pregunta es evidente: ¿Va a invertir la administración autonómica o provincial algún millón de euros en esta zona tan despoblada? Casi todos conocemos la respuesta. Mientras tanto, habrá que seguir transitando por carreteras tercermundistas o quedarse en casa disfrutando de las mejoras constantes de la gran ciudad en detrimento de los núcleos rurales, que aportan menos votos y menos ingresos económicos.
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