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josemarco

LOCUS AMOENUS

LOCUS AMOENUS

     Abandonar por unas horas la rutina festiva de la gran ciudad y acercarse a uno de los valles más atractivos del Pirineo aragonés es un manjar reservado a unos pocos. Porque éramos pocos - muy pocos - los que nos hemos acercado en este Día de Aragón a uno de sus parajes más agrestes y solitarios. Me refiero al Valle de Tena y al balneario de Panticosa.

     Hacia las once y media hemos dejado el coche a la entrada del recinto del balneario - un lugar abandonado y fantasmal - y nos hemos encaminado bajo una ligera nevada hacia el los ibones de Bachimaña. La primera pendiente ha sido dura. Sólo servía de alivio la contemplación de las aguas cristalinas y de las pintorescas cascadas del río Caldaés (fotografía adjunta) que queda a nuestra derecha. Pero lo más difícil está aún por llegar. Tras un pequeño remanso tapizado de nieve virgen, se adivina la temida cuesta el Fraile, con el consiguiente riesgo de aludes, mientras la nieve comienza a caer sin tregua y el paisaje se oculta entre la niebla. Toda una aventura hasta la llegada al ibónn inferior y a un pequeño refugio donde recuperamos fuerzas.

     El regreso no ha sido tan llevadero como esperábamos. Pero, después de poco más de tres horas, ya estábamos en el coche cambiándonos el calzado y tomando un nuevo tentempié. La aventura había terminado. Felices y contentos hemos regresado a Zaragoza. Eso sí, ha quedado atrás el balneario de Panticosa como un espectro solitario, dejado de la mano de Dios y de los hombres. ¿A qué se debe esta situación? Y nos hemos hecho varias veces otra pregunta: ¿Por qué han cerrado tan pronto las estaciones de esquí? Tenemos nieve para rato. ¿O no sabían que el invierno llegaba rezagado?

 

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