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josemarco

CABALLERO BONALD

CABALLERO BONALD

   Tengo entre mis manos el número 104 de la revista cultural TURIA. Todo un regalo para los amantes de la cultura y de la buena literatura. Junto al monográfico que rinde un merecido homenaje al poeta sevillano Antonio Machado con motivo del centenario de la publicación de su obra maestra Campos de Castilla, publica también, como si de una premonición se tratara una conversación de Fernando del Val con el escritor gaditano José Manuel Caballero Bonald.

   Hablo de premonición, porque el poeta, novelista, ensayista y memorialista jerezano de 86 años, acaba de alzarse hace dos días con el premio Cervantes, máximo galardón de letras españolas. Desde Las adivinaciones (1952), su primer poemario, y Dos días de septiembre (1962), su primera novela, Caballero Bonald ha ido trenzando, a lo largo de sesenta años, una obra literaria de acentos barrocos, cuidadísima prosa e incontables ecos. En ella destacan títulos como Ágata, ojo de gato, Manual de infractores o La costumbre de vivir, claves en la bibliografía de un autor singular. De alguien que se distinguió ya por sus orígenes aristocráticos, luego por sus estudios –filosofía, náutica, astronomía– y, más tarde, por una existencia inquieta y nómada. Su constante producción literaria se abrochó este mismo año con un peculiar trabajo lírico, Entreguerras, en el que mediante un poema de tres mil versos pasa revista a su trayectoria vital. Caballero Bonald, que no renuncia a editar otros versos sueltos o títulos recopilatorios, ya dijo cuando apareció dicho volumen que daba por concluida su bibliografía.

   Espigo algunas frases de la entrevista de la revista Turia, que podrían considerarse como una especie de poética de este miembro destacado de la generación de los 50: "Intento explicarme mejor a mí mismo por medio de la poesía". "Mi trabajo creador encauza poéticamente tentativas para ver lo invisible". "Es muy alarmante la idea de que el compromiso está pasado de moda". "La imaginación puede llegar hasta donde la memoria no llega". "La memoria es un ajuste de cuentas contra uno mismo". "Siempre me he sentido mitad romántico mitad surrealista".

   Y como homenaje a este poeta gaditano, plasmo un poema que nos sugiere hondas reflexiones sobre la vida y el paso del tiempo:

La botella vacía se parece a mi alma

Solícito el silencio se desliza
por la mesa nocturna,
rebasa el irrisorio contenido del vaso.
No beberé ya más hasta tan tarde.
Otra vez soy el tiempo que me queda.
Detrás de la penumbra
yace un cuerpo desnudo
y hay un chorro de música insidiosa
disgregando las burbujas del vidrio.
Tan distante como mi juventud ,
pernocta entre los muebles el amorfo,
el tenaz y oxidado material del deseo.
Qué aviso más penúltimo
amagando en las puertas,
los grifos, las cortinas.
Qué terror de repente de los timbres.
La botella vacía se parece a mi alma.
Por las ventanas, por los ojos
de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.


 

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