FRUTOS DEL OTOÑO

El otoño va llegando mansa y tímidamente a las sierras, a los valles, a los campos y a las proximidades de las ciudades. Se acerca con recato, como si no quisiera romper aún el suave hechizo de la suave temperatura veraniega. El color amarillo se resiste a aparecer y la naturaleza está aún engalanada de verde después de las generosas lluvias del mes de septiembre.
Es la estación de los frutos, la estación más dulce del año, la que nos regala más colores, excelentes crepúsculos e irrepetibles amaneceres. Uno de los frutos dei otoño es el rebollón o níscalo. Aparece recatado, casi oculto entre el musgo y los arbustos. Y este año hemos podido llenar las cestas ya que ha brotado con generosidad y abundancia.
He disfrutado durante dos días recorriendo los montes cercanos a Aliaga y llenando mi cesta de este fruto otoñal que luego habrá que limpiar, freír y saborear acompañando a cualquier tipo de carne o como excelente aperitivo. Precisamente hace cinco años, en octubre de 2009, escribí una Oda al rebollón, que vuelvo a transcribir. La fotografía de la cesta es real: una buena cosecha en una excelente mañana en una vaguada orlada de pinos, sabinas, enebros y acariciada por el sol.
Recatado, discreto, camuflado
bajo la verde capa que el otoño
viste de dulces ocres y amarillos
colmando los sentidos del viajero.
Con sangre anaranjada
y tu silueta casi inconfundible
asomas la cabeza engalanada
de musgos y despojos vegetales.
Te llaman níscalo - aunque tu nombre
no está en el diccionario.
Pero los que conocen tu sabor
y ese suave rugoso inconfundible
prefieren el agudo y contundente
apelativo familiar, cercano.
No todos los que buscan tu refugio
te tratan con ternura y con cariño.
Sólo los que conocen ese frágil
y efímero latido tan caduco
te acogen con calor de terciopelo
en la cesta que colmas como un nido
de esa sangre vinosa coagulada.
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