PRELUDIOS
Septiembre es un mes de reinicio, de transición, de espera más o menos ilusionada, de preludio de una nueva etapa. Muchos opinan que el año empieza en septiembre en lugar de en enero. Porque septiembre, a pesar de que mantiene la tónica veraniega, es un mes de vuelta a la normalidad, de regreso a la para muchos "bendita" rutina, de reencuentro con los amigos, con los vecinos, con los compañeros de trabajo.
Mientras muchos ya nos hemos incorporado al trabajo, otros inician o continúan sus siempre breves vacaciones. En algunos pueblos, como en Aliaga, todavía queda lo mejor del verano, la guinda del pastel. Durante estos días ya están calentando motores para el inicio de las fiestas patronales, de las celebraciones anuales por excelencia. Las peñas ya tienen a punto sus locales para la cena inaugural de mañana y la comisión engalana las calles del pueblo y prepara el pabellón y la plaza. Son días marcados por la ilusión, por la tranquilidad, por la espera de los vecinos y visitantes que viven fuera del pueblo. Lo mismo ocurre en otras localidades aragonesas que no es el momento de nombrar. Fiestas para rematar el verano, fiestas que antiguamente celebraban el final de la cosecha y la recogida de los frutos, fiestas para prolongar el verano y la vida de los pueblos unos días más.
En la ciudad todavía se advierte un clima de relativa tranquilidad. Hasta que no comiencen las clases la próxima semana los niños y adolescentes prefieren quedarse en el pueblo o aprovechar para realizar las últimas excursiones. Zaragoza se va desperezando lentamente y las calles comienzan a tomar su fisonomía habitual. Todo se realizará lenta y progresivamente. Hasta que la ciudad respire de nuevo agobio y los pueblos se queden de nuevo vacíos.
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