PAISAJE PRIMAVERAL
Hay ventanas abiertas a un paisaje idílico y maravilloso. Hay miradores ocultos que nos ayudan a viajar hacia el pasado y a apuntalar ese presente a veces quebradizo y lleno de vaivenes. Hay atalayas desde las que se contempla el mundo de otra manera, con más sosiego, con más serenidad, con más confianza.
El inicio del mes de mayo es en algunos pueblos de la sierra turolense el pistoletazo de salida de una primavera tardía y todavía algo desapacible. Pero eso no impide que podamos comprobar cómo el verde se enseñorea del paisaje y los chopos cabeceros comiencen a renacer un año más. Es un paisaje solitario, que nos invita a ver de manera distinta la realidad cotidiana. Eso sí, lejos del bullicio, del ajetreo y del estrés de la gran ciudad.
Y es que a veces echamos de menos unas horas de silencio, un clima adecuado para una buena lectura o una charla sosegada con los amigos. Y eso nos lo brindan estos núcleos rurales, cada vez más deshabitados. Esos pueblos que pertenecen a la España vacía, esos pueblos que ya no son ni volverán a ser lo que eran hace cuatro o cinco décadas.
Por eso, mientras tanto, es bueno recrearse desde el solanar con la contemplación de un paisaje que nos invita a volver a los años de la infancia, cuando los sueños eran una realidad cotidiana y la ilusión brotaba a raudales desde todos los rincones. Ahora sólo quedan las calles solitarias, las casas vacías y una gran dosis de nostalgia.
1 comentario
Luis Antonio Pérez Cerra -
Una abrazo, José Mª