SAN ISIDRO LABRADOR
Tarde de tormenta en el día de San Isidro, patrono de los labradores. De pequeño, me llamaba la atención la imagen del santo madrileño en uno de los altares laterales de la iglesia parroquial de Aliaga. Me parecía un santo diferente, más cercano al pueblo y, sobre todo, más rural. Pero, años después, me sorprendía que San Isidro Labrador fuera precisamente el patrono de la capital de España. No me cabía en la cabeza que la ciudad más poblada y menos rural de las ciudades tuviera un santo labrador. Y, a pesar de la leyenda, – porque creo que es más leyenda que historia – no me imagino a un santo con dos bueyes y un arado por las calles de Madrid. Aunque, con lo que han cambiado los tiempos, todo podía ser posible.
Lo curioso es que San Isidro significa para los madrileños un símbolo del campo, del aire libre, de esas costumbres rurales que casi han desaparecido. Y se fabrican un santo a su medida: entre milagrero y cercano a los problemas cotidianos. Aunque la gran mayoría, ignoran la historia o la leyenda y se escapan de Madrid para llegar cuanto antes a esa playa del Mediterráneo o del Atlántico con la que sueñan durante toda la semana. De todos modos, todavía queda una selecta minoría que adora su imagen y le venera. Y, tal vez, se siguen haciendo las mismas preguntas que me hacía yo de pequeño.
En Aliaga ya no se celebra San Isidro, porque ya no quedan labradores sino aficionados a la huerta como medio de combatir el ocio. El último San Isidro lo celebré en un pueblecito de Albacete, El Salobre, el pueblo del ex ministro José Bono. Allí aún concursan los pocos labradores que quedan para trazar el surco más recto. Eso sí, con tractor, no con caballería como antes. Como lo hizo en su tiempo San Isidro.
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