POR EL CASCO VIEJO
Paseo a menudo por el Casco Viejo de Zaragoza. Su fisonomía va cambiando paulatinamente año tras año. Cambian los edificios, cambian los locales comerciales y cambia incluso la distribución de las aceras y de la calzada. Dicen que todas las zonas antiguas de las grandes ciudades se parecen un poco. En cierto modo es verdad y en otro sentido, no. Conozco zonas históricas de varias ciudades españolas - Madrid, Barcelona, Gerona, Cáceres, Valencia...- y me da la impresión que cada una tiene su propia personalidad, aunque se va despojando de la antigua piel, como los reptiles, y adquiere otra nueva sin llamar demasiado la atención del viandante.
Para valorar mejor el Casco Viejo de Zaragoza - y de cualquier ciudad - no hay como alejarse durante una temporada y volver de nuevo. Entonces se pueden saborear mejor las novedades, los cambios y las alteraciones estéticas más o menos afortunadas. En Zaragoza se ha reformado bastante esta zona, que podríamos situar entre la Plaza San Miguel y la Plaza de Europa y entre el Coso y la orilla del Ebro. Lo más lamentable es que van desapareciendo fachadas y edificios pintorescos, que son reemplazados por otros más fríos y menos originales. De todos modos, quizás en un futuro se vuelvan a valorar por su oportuna situación. No hay mejor estética que la del contraste. Por eso la uniformidad de avenidas como el Paseo de la Independencia no tiene el atractivo estético de las pequeñas callejuelas que confluyen en el Coso Bajo o en el barrio de San Pablo.
0 comentarios