CHARLAS DE CAFÉ (IV)
Santiago Ramón y Cajal reflexiona con frecuencia sobre la vida, la muerte y el paso inexorable del tiempo. En el capítulo cuarto de su obra Charlas de Café acerca su lente filosófica al análisis de temas trascendentes. Los fragmentos sentenciosos giran "Alrededor de la muerte, la mortalidad y la gloria". A su dilatada experiencia vital añade Cajal la huella de sus maestros: Sócrates, Gracián o Schopenhauer. Su sabiduría acerca a los lectores a motivos universales, cada vez más marginados por la civilización.
- Fenecemos precisamente cuando debíamos comenzar a vivir, decía Gracián. Triste cosa es la notificación del irrevocable desahucio cuando nuestra afanosa curiosidad había logrado adornar e iluminar la morada del espíritu con un poco de ciencia, algo de arte y un reflejo de ideal.
- Pero tales como somos, ¿merecemos la inmortalidad? Aterra pensar en el dolor infinito de convivir eternamente con los miles de necios o malvados de quienes hemos huido durante nuestra efímera existencia terrenal.
- Considero antihigiénico meditar de continuo sobre la muerte. Haciéndola blanco perpetuo de nuestro cariño, acaba, como la mujer amada, por enamorarse de nosotros. Y se nos lleva temprano, con sus alas de búho, hacia la gruta tenebrosa e insondable.
- Mirando las cosas desde el lado zoológico, sólo hay en la Naturaleza una muerte feliz: la de la Efímera, que cae como fulminada en un espasmo de amor.
- Lo más terrible de la muerte es su eternidad. todo en este mundo es pasajero y efímero menos ella. Constituye, pues, la única, la profunda, la inexorable realidad. Por eso no la mentamos.
- Sólo merecen la gloria los hombres que, mediante la acción inteligente y altruista, embellecieron, mejoraron y esclarecieron algo el mundo en que habitamos.
- La gloria es como la mujer codiciada: la perseguimos si nos desprecia; la desdeñamos si nos prefiere.
- La mayor tristeza del viejo filósofo es vivir lo bastante para ser testigo del olvido de sus más queridas invenciones. ¡Cuán preferible fuera morir al terminar lo esencial de la obra, al modo del lepidóptero que, cumplido su deseo, fenece ignorante de la suerte deparada a la prole!
- Loor a los maestros que, como el admirable Sócrates, han hecho de su muerte la más elocuente lección.
1 comentario
vinka -
saludos desde Chile.