ECOS DE UNA NOCHE TRISTE
Ayer hacía una clara noche otoñal. Hasta la luna se había vestido de gala para presenciar un espectáculo deportivo en el Camp Nou. Mi sobrino vivía la cercanía de las diez de la noche con toda la ilusión del mundo. Mi vecino Eugenio se apostó una hora antes en el bar de la esquina con su plato de patatas bravas y su tubo de cerveza. Laura se enfundó a media tarde la camiseta del Zaragoza y la bufanda de la Recopa del 95. Después de la victoria contra el Osasuna, quien más quien menos esperaba una reacción de los jugadores, un cambio de táctica del entrenador, un equipo crecido ante el todopoderoso Barcelona. O, al menos, un buen espectáculo. Sin embargo, algunos - más cautos y algo recelosos - preferimos quedarnos en casa y seguir el encuentro por la radio o por el teletexto. Poco, muy poco duró la ilusión del pequeño Andrés, el entusiasmo de la joven Laura - vecina de localidad en La Romareda - o la fe ciega de mi vecino del barrio de Las Fuentes. Bastaron cinco minutos para que se desmoronara el castillo de naipes de la ilusión de los más optimistas había levantado desde la tarde del domingo. Luego llegó la debacle, el ridículo, el naufragio total.
Mi amigo Ignacio, residente en Barcelona y zaragocista hasta la médula, me ha llamado por teléfono esta mañana para desahogarse un poco. Estaba desolado. Igual que Laura. Lo mismo que Andrés. Igual que Eugenio. El silencio y las caras largas de muchos aficionados del Real Zaragoza lo decían todo en esta mañana de cierzo y nieve en las cumbres. Desde que el Zaragoza descendió a segunda, no se había vivido situación similar. Y lo peor de todo es que, al parecer, no es un accidente, ni una mala noche. Hace semanas que se veía venir. Menos mal que la manopla de César, la suerte y la relajación del rival evitaron una goleada de escándalo.
¿Servirá para algo esta humillación? ¿Reaccionarán a tiempo las cabezas pensantes del club? Mejor que sea así. de lo contrario, la ilusión de los más pequeños se desvanecerá como esa luna llena que brillaba lozana y fue absorbida por una nube oscura. El Real Zaragoza se merece algo más. Y, si se han hecho mal las cosas, aún hay tiempo de rectificar. Los aficionados quieren ilusión, entrega, lucha sobre el terreno e implicación total de los jugadores. Y eso, de momento, se está viendo a cuentagotas. ¿Surgirá la autocrítica? ¿Habrá una revolución táctica y deportiva? Es de esperar que sea así. De lo contrario, la luna se seguirá oscureciendo en las noches otoñales que se avecinan.
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Luis Antonio Pérez Cerra -