LA EXPO ECLIPSADA
Faltan sólo quince días para que comience 2008, el año mágico para Zaragoza, no tanto para el resto de Aragón. Porque para Huesca y Teruel tal vez sólo queden pequeñas y simbólicas migajas. De todos modos, habrá que dar tiempo al tiempo. Faltan dos semanas para que el 2008 se haga realidad. Pero las obras de la Expo siguen ahí, envaradas, encalladas, aparentemente inmovilizadas. Ni siquiera los medios de comunicación le dedican lo que merecería un evento de tal magnitud para la capital del Ebro. Y es que, desde hace unas dos semanas, el nuevo proyecto Gran Scala en los Monegros está eclipsando casi totalmente la inminencia de una Exposición que ha entrado ya en la recta final. Los proyectos se solapan, los sueños se amontonan, las ilusiones no dejan ni un resquicio para el presente.
Porque el presente está aquí, en este final de otoño gélido y destemplado. En el incremento insolente de los precios de los alimentos básicos y de los productos de primera necesidad. En las compras compulsivas para una Navidad cada vez más consumista y laica - o quizás pagana -. En los balances finales de las empresas. En las tradicionales cenas de empresa. En las notas de la primera evaluación. En los buenos deseos. En el sentimiento de paz y de libertad. En las luces navideñas cada vez más ecológicas. En los horteras papás noeles rampantes en los balcones. En los belenes cada vez más sofisticados. En el calor de los centros comerciales. En el calor de la Basílica del Pilar, adonde acuden hasta los sin techo en busca de cobijo, cual personajes de un cuento de Clarín anclados todavía en el siglo XIX. Este es el presente, aunque el futuro esté ahí llamando a la puerta. Porque el futuro es como una huida hacia adelante, un agarradero de ilusiones, una lucha contra la monotonía. Una insaciable ansia de desarrollismo, al estilo del país más capitalista del mundo. ¿Será bueno para Zaragoza? ¿Y para los Monegros? ¿Y para Aragón?
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