LA VISITA DE LA NIEBLA (II)
Amanecer con niebla en la ciudad dormida. Lunes gris de enero. Los árboles de la ribera del Ebro se tiñen de un color blanquecino, como de suave y tenue nevada. La niebla envuelve parques y jardines, huérfanos de niños y de ancianos a estas horas tan tempranas.
Plasmo un sugerente poema del escritor de Almonacid de la Sierra (Zaragoza) Antonio Redondo Andújar. En Va cayendo la niebla sobre el parque, el poeta aragonés condensa sensaciones casi insospechadas:
Doce negras e indómitas prisiones
me han dejado amargura de autobuses:
la niebla se ha llevado cuanto existe.
A lo lejos, como en el primer día,
de dolor se ha llenado la catedral farsante.
Me han dejado amargura de autobuses
los trajes de domingo.
Me han dejado colgado
como a un pobre cartel publicitario
en medio de un vacío luminoso.
Negro y tristísimo adiós de los semáforos:
un camino como un pasaje negro
que no tiene final,
de piedras duras sobre los pies desnudos.
Luces rojas al fondo de la niebla:
el cuerpo de la mujer ansía la primavera,
el estío, la desnudez del sol, por eso callan.
Es verdad que callan porque están inmóviles
como puentes antiguos sobre un río indiferente.
Desperdicios ahogados en cubos olorosos:
todo reconstruido, amantes de la destrucción.
Una sílaba, tan sólo una sílaba
para quemarnos todos en la hoguera de la prepotencia.
Luces rojas al fondo de la niebla:
cabinas telefónicas esperando una voz lúgubre
que transcriba el instante, que apague este martirio.
Un campanilleo: va cayendo la niebla sobre el parque.
2 comentarios
Ana Muela Sopeña -
Me ha encantado todo lo que dices y cómo lo dices.
Enhorabuena por tus versos
Besos
Ana
Antonio -
¡Abrazos, José María!