ÁVILA, TIERRA DE CANTOS Y DE SANTOS
Llevo cuatro días en la ciudad de Ávila y cada mañana descubro un nuevo secreto de esta ciudad preñada de arte e historia. Los vencejos revolotean por el recinto amurallado con las primeras luces del alba. El aire que nos llega desde la sierra de Gredos nos obliga a llevar ropa de abrigo. La panorámica que se divisa desde la capital de provincia más alta de España es pintoresca y digna de ser llevada al lienzo.
Pero Ávila es mucho más que eso. Es la tierra de Santa Teresa de Jesús. Todo en ella respira religiosidad. La Santa carmelita es un reclamo seguro para turistas y visitantes. Los que no conocíamos esta ciudad, quedamos admirados por su casco antiguo, guardado como una joya dentro de un cofre de piedra. Una piedra gris austera, berroqueña. Esta ciudad castellana es una tierra de cantos y de santos. De cantos rodados, de piedra casi milenaria. Sus calles aguardan al visitante con un silencio casi conventual. Porque Ávila está sembrada de iglesias y conventos. De palacios y casas solariegas. Sus campanas se disputan el tintineo pausado y solemne. Sus campanarios apuntan hacia el cielo de un modo austero, casi insolente.
Pasear por el casco antiguo de Ávila al caer de la tarde es sumergirte en un ambiente muy distinto al de las grandes ciudades. Es un trueque del estrés por la tranquilidad, del ritmo acelerado por el andar pausado, del entorno de cemento y asfalto por el de piedra y ladrillo. Antes de que caiga la noche, me asomo por última vez por encima del recinto amurallado. Un color verdeamarillo esmalta el paisaje. A lo lejos, se divisan caminos que se entrecruzan como en la Edad Media o en el siglo XVI. Por ellos transitó durante ese siglo una mujer decidida, trabajadora, inteligente, adelantada a su tiempo: Santa Teresa de Jesús. Ella es el alma de Ávila, la santa por antonomasia, la patrona de la ciudad.
1 comentario
hommer -
Es un lugar que me encanta, pero a las 24 horas me aparece mi alergia a los santos (yemas de santateresa, neumáticos santateresa, motel santateresa) y eso que es la única santa con la que me tomaría algo.
Acabo siempre, el último día, en el restaurante "El Almacén", donde se comen unas judías del barco que te acercan bastante al éxtasis. Doy fe.