HOMENAJE A LABORDETA II
Son muchos los ecos de la noche del miércoles en el Teatro Principal de Zaragoza. Son muchos los retazos de dos horas intensas y emotivas. Hoy quiero plasmar, como un modesto homenaje más, un pequeño comentario sobre la canción que interpretó Rosana, Banderas Rotas, que en el 2001 dio título a un libro autobiográfico del cantautor aragonés.
’Una de las canciones que más amo, que más me gusta, y que cuando la canto sé que hay muchos oyentes uniéndose a mi propio desconcierto se titula como he decidido que lo haga este libro y dice:
He puesto sobre mi mesa todas las banderas rotas
Las que nos rompió la vida
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.’
Lúcido, escéptico, socarrón, melancólico y un tanto ácrata, José Antonio Labordeta ha estado siempre en la lucha política, que ha convertido en su reivindicación personal y coherente por la vida.
Profesor de instituto, poeta, novelista, cantautor comprometido con la democracia y Aragón, sigue echándole arresto a la vida, cantando en los rincones diminutos del país, defendiendo como si fuese un niño las ideas que le vienen de largo y que sigue creyendo compatibles con el vino merlot y la gallina trufada de Graus.
“Banderas rotas” son las memorias o, mejor, “cuasimemorias” como prefiere el autor, de un ser humano, nacidas a veces en el corazón y otras en el cerebro. El currículo estrambótico de una generación idealista que vivió el salvaje conflicto de la guerra civil y la interminable posguerra, y se ocupó de menesteres “inútiles” como derrocar una dictadura y llevar a cabo el largo peregrinar de la democracia.
Un viaje ligero de equipaje, con su mochila a cuestas, con sólo lo imprescindible: lo que queda del pasado, el valor del presente y la utopía del futuro.
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