EL FANTASMA DE LA ESPECULACIÓN
A este paso, uno llegará muy pronto a ser experto en temas económicos. Ya no es necesario hojear los diarios de economía ni leer las páginas color salmón de los periódicos del fin de semana para conocer conceptos como agencias de calificación, prima de riesgo o volumen de la deuda. La economía está ahí, en las portadas de la prensa, en las cabeceras de los informativos, en los foros de internet. Se habla más de economía en determinados ámbitos, que de este tiempo otoñal lluvioso e imprevisible. Tanto es así, que en plena campaña electoral, casi nadie piensa en los candidatos, ni en los mítines, entrevistas o debates. La mayoría mira de reojo a Grecia o a Italia y espera con paciencia el veredicto de las urnas del día 20 por la noche. A partir de ahí, se irá desvaneciendo la incertidumbre y volverán los recortes, los ajustes y las congelaciones salariales.
Y es que hay un fantasma que está sobrevolando desde hace unos meses toda Europa: el fantasma de la especulación. Por mucho que trabajen las empresas, a pesar de las buenas perspectivas en las exportaciones, por mucho que mejore el turismo, por mucho que se reforme el mercado laboral, seguirá encima la espada de dámocles de los insaciables especuladores que, cual buitres carroñeros, sobrevuelan todo tipo de ámbitos económicos para obtener el mayor provecho posible. Eso sí, sin escrúpulos. Caiga quien caiga.
Y uno se pregunta, ¿hasta cuándo va a durar esta crisis? ¿Van a desistir algún día los especuladores? ¿Volverá el optimismo a las bolsas? ¿Volveremos a hablar de temas tan cotidianos e importantes como educación, sanidad o cultura? Habrá que preguntárselo a los anónimos especuladores y a algún político relevante. Porque está claro que alguien tendrá la llave para salir de este laberinto grisáceo y oscuro. Mientras tanto, disfrutaremos de la dulzura otoñal ocre y amarilla.
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Sara GonRe -