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josemarco

TORMENTAS

TORMENTAS

     En las sierras montañosas de la provincia de Teruel son frecuentes las tormentas de verano. Los habitantes de estos pueblos miran al cielo a media mañana y casi adivinan cómo van a evolucionar las nubes a partir del mediodía. Al filo de las tres de la tarde, el cielo se viste de un gris cárdeno y comienza el eco intermitente de los truenos, que parecen rocas que se desprenden de un cercano monte. Es una tormenta más de las muchas que este verano están afectando a muchos valles de la comarca de las Cuencas Mineras, del Maestrazgo o de Gúdar-Javalambre. El ambiente se torna más fresco por momentos y hay que echar mano del paraguas o del impermeable para salir a dar una vuelta o a comprar algo al supermercardo.

      Hace años que las tormentas estivales no se prodigaban tanto por esta zona. El verano pasado fue tan seco, que el río Guadalope bajaba sin agua en numerosos tramos. Este año, sin embargo, ocurre todo lo contrario. El agua fluye abundante por estos valles y alegra las huertas y las vegas de su entorno. Pero lo peor de todo es cuando el agua viene acompañada de granizo. Algunos lo barruntan al observar el color de las nubes: más cárdenas, casi negras como la noche. Pueblos como Villarroya de los Pinares o Cobatillas han sufrido el azote del granizo. Esto se suma a la primavera casi invernal que ha dejado sin fruta a casi toda la zona. Menos mal que el cereal - todavía sin cosechar por esta zona- aún sobrevive a la humedad y al granizo. Al menos aparentemente.

     De todos modos, llena de satisfacción comprobar cómo renacen las fuentes casi olvidadas, cómo serpentea el agua por barrancos casi siempre secos, cómo el monte muestra sus mejores galas y sus más que envidiables colores. Lo que está claro es que, de momento, hay que aprovechar las frescas y azuladas mañanas del mes de julio para disfrutar de la naturaleza y dejar las tardes al albur del cielo grisáceo, como el que observamos en la foto del pasado fin de semana en Aliaga.

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