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josemarco

ATECA

ATECA

     La población zaragozana de Ateca, de la comarca de Calatayud, ha vivido durante varios meses pendiente de un hilo. Esta localidad de la ribera del Jalón, que ronda los dos mil habitantes, depende casi exclusivamente de la fábrica de chocolates y dulces, propiedad de Mondelez International. La empresa quería cerrar la factoría y trasladar a muchos de sus empleados a Valladolid o dejarlos en el paro. Después de muchos días de negociación y de lucha colectiva, la sección de chocolates va a ser adquirida por la empresa alicantina que produce los chocolates Valor. Es una buena noticia para Ateca y para Aragón.

     Desde muy pequeño recuerdo los chocolates Hueso que se vendían en el Economato de Aliaga. Los comprábamos sobre todo porque cada pastilla llevaba en su interior un cromo que coleccionábamos con gran ilusión e intercambiábamos con los amigos si estaba repetido. No era un premio como el de la película Charly y la fábrica de chocolate, pero abrir la pastilla suponía un momento mágico una o dos veces a la semana. El chocolate acompañaba nuestras meriendas con un trozo de pan. Quizás no fuera lo ideal para nuestra frágil dentadura, pero eso era lo que había en aquellas década de los años 60. Luego llegarían otros dulcer, otros postres, otras golosinas y el chocolate Hueso comenzó a escasear en las estanterías de los comercios. Eso sí, aún conservo el álbum con los cromos que más ilusión despertaron en mi infancia.

     Ateca representa de nuevo la unidad de un pueblo para mantener su pequeños tejido industrial. Porque está claro que sin industria muchos pueblos de Aragón no pueden sobrevivir. La agricultura no da más de sí y el turismo sólo se concentra en unos pocos núcleos rurales y abarca tres o cuatro meses. Pero las multinacionales buscan, como es lógico, sus propios intereses e intentan ubicarse en lugares con mano de obra más barata, buenas comunicaciones y lejos de la competencia de otras empresas. Esa es la dura y cruda realidad. Y lo peor de todo es que en este momento se ven pocas alternativas. Es el efecto dominó que va de un lugar a otro cual salto de caballo de ajedrez. De momento, los habitantes de Ateca pueden respirar tranquilos. Pero ya se sabe que nunca hay que bajar la guardia. La crisis se lleva por delante hasta lo que nos parecía inamovible hace unos meses.

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