ELECCIONES EUROPEAS
Tengo la impresión de que la mayoría de los españoles que están convocados a las urnas el próximo domingo, 25 de mayo, no tienen claro todavía el papel cada vez más relevante que la Unión Europea desempeña en nuestra economía y en nuestra vida cotidiana. Todavía vemos a Europa como una madrastra o como una madre de alquiler que intenta preocuparse de sus ciudadanos pero lo hace desde la distancia y sin un lazo más fuerte anímico o emocional. Por eso, lo que más preocupa a los candidatos y a los propios gobiernos es el fantasma de la abstención. Una abstención que se va a ver agravada todavía más por la falta de liderazgo de nuestros políticos, los continuos casos de corrupción y la apatía de los ciudadanos.
Por eso, para contrarrestar esta abstención, los partidos políticos intentan por todos los medios llegar al votante, insistir en la importancia de las políticas de la Unión Europea y ganarse su confianza. Es una tarea difícil, a pesar de los debates, del buzoneo o de los continuos y repetitivos mítines. Unos debates sin alicientes, descafeinados, demasiado planificados y sin una finalidad clara. Los candidatos se suelen ir por los cerros de úbeda o se enzarzan en inútiles discusiones sobre asuntos secundarios e intrascendentes. El buzoneo es algo habitual, pero cada vez más innecesario e impopular. ¿No estamos en la era de internet y de los móviles inteligentes? ¿Por qué tienen que inundar nuestros buzones de cartas con la papeleta electoral, si vamos a disponer de ella el domingo en el colegio correspondiente? Se ahorraría mucho dinero si se evitara esta práctica obsoleta y poco acorde en estos tiempos de crisis. Con relación a los mítines, da la impresión de que se convierten con frecuencia en un ritual catártico de autocomplacencia tanto para los candidatos como para los militantes. Porque los que asisten a ellos, o tienen carnet del partido o guardan una secreta simpatía con el candidato o candidata, al margen de su filiación política.
El próximo domingo me acercaré a votar a mi colegio electoral. No sé si mi voto será relevante en este confuso bosque de ideologías y promesas vanas. Pero, al menos, podré exigir a las personas en las que he confiado, que cambien el rumbo de esta Europa desnortada, que luchen contra los nuevos nacionalismos radicales, que controlen con sentido común el tema de la inmigración y, sobre todo, que busquen soluciones urgentes para esta lacra del paro juvenil que repercute en el futuro de cada país y nos afecta directa o indirectamente a todos.
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