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josemarco

OTOÑEANDO

OTOÑEANDO

     Estamos al filo del otoño, después de dos semanas muy calurosas para esta época del año. Comienza a otoñear en el paisaje, comienza a otoñear en la ciudad, comienza a otoñear en los corazones solitarios. Así comenzaba un poema que escribí en un taller de poesía de la Universidad Popular: Otoñea en la sierra / otoñea en el valle / otoñea en los corazones / solitarios.

     Porque el otoño siempre vuelve. Siempre vuelve septiembre con su olor amarillo y su sabor a niebla entumecida. Siempre vuelven las tardes infinitas, la nostalgia que surca las avenidas, la melancolía que estremece los corazones.

     He dedicado un rato de esta tarde de domingo a releer algunos poemas de José Antonio Labordeta - que nos dejó hace cuatro años al filo del otoño - y a escuchar alguna de sus canciones más emblemáticas. Se me ha vuelto a poner la carne de gallina. Mientras tanto, he recordado las tardes soleadas de agosto en Jorcas, los recitales en la Plaza del Pilar o en el Teatro Principal de Zaragoza.

     Recuerdo y homenaje una vez más para el abuelo con este poema en el que José Antonio nos hablaba del regreso, de las tardes agridulces, de la vida sin más:                             

                                               SE VUELVE SIEMPRE

                                               Se vuelve siempre

                                             a la ojeriza de los atardeceres,

                                             a la lentitud de las noches

                                             y al amargo sabor

                                             de los amaneceres:

                                             Se vive, al fin y al cabo.     

2 comentarios

José María -

Gracias por tus palabras, Luis. Buen inicio del otoño. Un abrazo.

Lulis Antonio -

Me encanta tu poema. No comparto tanto el de Labordta. Para mí, el otoño solo tiene un rasgo negativo: la progresiva disminución de las horas de sol.

Otra cosa bien distinta es el "otoño de la vida"....Pero hoy no toca.

Un abrazo, José Mª