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josemarco

GIL DE BIEDMA

GIL DE BIEDMA

No es muy frecuente que en el itinerario de exposiciones que ofrece nuestra ciudad semana tras semana destaque la exposición de la obra de un poeta. Me llega una invitación para asistir a la inauguración de la exposición El poeta que quería ser poema, dedicada al vate barcelonés. En el Centro de Historia de Zaragoza se celebrará esta tarde a las ocho el acto inaugural. Pero lo más importante será la presencia de un público variado que esté interesado en acercarse durante los próximos días a la obra de este autor que marcó una época en los años sesenta e impulsó la renovación de la poesía española del momento. Se merece este pequeño homenaje para rescatarlo de un aparente y pasajero olvido. Y los poetas deben estar siempre presentes, porque sus poemas son un grito en el silencio y un eco de denuncia y rebeldía. Como muestra, inserto esta composición del autor, titulada Arte Poética: 

 La nostalgia del sol en los terrados,
en el muro color paloma de cemento
—sin embargo tan vívido— y el frío
repentino que casi sobrecoge.

La dulzura, el calor de los labios a solas
en medio de la calle familiar
igual que un gran salón, donde acudieran
multitudes lejanas como seres queridos.

Y sobre todo el vértigo del tiempo,
el gran boquete abriéndose hacia dentro del alma
mientras arriba sobrenadan promesas
que desmayan, lo mismo que si espumas.

Es sin duda el momento de pensar
que el hecho de estar vivo exige algo,
acaso heroicidades —o basta, simplemente,
alguna humilde cosa común

cuya corteza de materia terrestre
tratar entre los dedos, con un poco de fe?
Palabras, por ejemplo.
Palabras de familia gastadas tibiamente.

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