JORNADA DE CONTRASTES
Hay viajes que nos proporcionan una visión de la realidad contrastada y, en ocasiones, complementaria. Desplazarse en menos de 24 horas de Zaragoza a Aliaga y de Aliaga a Massalavés nos ofrece un contraste de ambientes, de sensaciones y de colores. Del gris cárdeno que envuelve al viejo Belchite al llegar el crepúsculo, se pasa a la contemplación de la primera pequeña nevada de la temporada en las montañas más altas de Aliaga. Del frío amanecer turolense, se pasa a la tarde apacible de las tierras valencianas de la Ribera Alta.
La vida está hecha de contrastes. Y el contraste alimenta las ilusiones y nutre la esperanza. También los recuerdos están tejidos de contrastes. Y los sueños están surcados de emociones opuestas con frecuencia a la cruda realidad. Por eso el viaje nos libera, nos abre los ojos a nuevos ambientes y colma nuestros sentidos de sensaciones distintas a las habituales.
En Massalavés, muy cerca del Mediterráneo, el crepúsculo es más apacible, el clima más suave y la temperatura menos invernal. Pero también el contraste afecta al bullicio, al ajetreo, al continuo ir y venir de personas y automóviles. De la soledad más absoluta de muchos pueblos de la sierra turolense se pasa abruptamente al devenir casi multitudinario y prenavideño de personas. Sólo unos pocos prefieren la soledad de los valles o de la sierra, el silencio de las aldeas casi abandonadas, la melancolía de un otoño dulce y efímero.
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