PEDRAZA DE LA SIERRA
En la provincia de Segovia, cerca de la sierra de Guadarrama y a una hora de la capital de España, se levanta en una pequeña colina un pueblo castellano pintoresco y encantador.
Me habían hablado muy bien de Pedraza de la Sierra, pero hasta que me decidí a visitarlo el pasado sábado nunca me hubiera imaginado el porqué de su bien merecida fama.
Pedraza recibe al viajero con un aliento medieval. Su arco de entrada, asentado en la piedra, le da la bienvenida. A partir de ese momento, comienza una sinfonía inacabable de arte e historia. Su castillo medieval, la iglesia de Santa María y, sobre todo, su magnífica plaza de la Edad Media seducen al viajero y le envuelven en un halo de misterio. Porque visitar Pedraza es viajar inesperadamente hacia el pasado, es embeberse de las raíces castellanas, es bucear hacia épocas casi olvidadas.
Además, ese mismo coincidía con una celebración especial que sólo se repite dos veces al año. Los vecinos y visitantes de Pedraza preparan durante toda la tarde cuarenta mil velas a lo largo y ancho de las calles del pueblo. Al caer la tarde, se encenderán estas pequeñas lámparas y se apagará la iluminación artificial. Es un viaje más hacia lo medieval, hacia la historia, hacia el silencio, hacia el encanto de un pueblo que atrae año tras año a miles de turistas.
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