TESTIGOS SILENCIOSOS
Paseaba Machado
por la orilla del Duero
hace ya casi un siglo.
A su lado, Leonor,
con su cara de niña
con su mirada triste, soñadora.
El rumor de las aguas
de ese río fugaz y aserenado
acompañaba entonces
a dos enamorados.
Los álamos, los olmos, las acacias,
los chopos centenarios
llenaban de esperanza
la fugaz primavera
de estas tierras sorianas.
Hoy, hace ya cien años,
todo un pueblo recuerda a aquel poeta,
profesor y ensayista,
que ha dejado una huella entre las gentes
de los páramos altos de Castilla.
Machado en la memoria,
Machado en el recuerdo,
desde el Duero fugaz por San Saturio,
desde un olmo ya seco y descarnado,
desde la soledad, desde el silencio,
desde el paso sereno de la historia
al borde de un camino blanco y terso.
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