SUPERVIVIENTES
Supervivientes. Héroes anónimos de una guerra de perdedores. Héroes anónimos de un conflicto absurdo. Testigos mudos del final de una contienda sangrienta, sin vencedores, como todas las guerras.
Supervivientes. Longevos centenarios en sillas de ruedas. Receptores pasivos de un homenaje a la paz y del recuerdo de un armisticio en el lejano once de noviembre de 1918. Hace ya noventa años.
Supervivientes. Con la memoria lastrada por el paso del tiempo. Con los recuerdos envueltos en el oscuro túnel de la niebla. Con la vista fija en un horizonte cada vez más cercano e inminente.
Supervivientes. Contemplando el mundo desde la otra orilla. Con una mezcla de desilusión y escepticismo después de la travesía por esta Europa convulsa y frágil.
Es una de las noticias del día. Todos nos preguntamos por qué se recuerda una guerra. Aunque lo que sí merece la pena recordar - para olvidarlo y no repetirlo - son los meses de terror, los veinte millones de muertos, la herida que no acabará de cicatrizar y que volverá a sangrar veinte años después. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de esos tres ancianos ingleses? Tal vez hayan esbozado una sonrisa al recordar la necedad de esos cuatro largos años. Al menos, han podido gozar de sesenta años de paz.
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