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josemarco

TARDE INVERNAL

TARDE INVERNAL

     Cae la nieve sobre Zaragoza. Los copos blancos se posan sosegadamente sobre los capós y los cristales de los coches que están aparcados en el garaje abierto de la comunidad. No acaba de cuajar esta especie de algodón blanco. Javier está esperando que cuaje, que la calles se vistan de blanco, que los tejados y azoteas se disfracen de blanco. Pero, al parecer, no va a ser así. No va a ocurrir lo mismo que en Madrid o en otras ciudades del norte de España. La nieve se ha convertido en aguanieve y, al final, sólo unas gotas de agua se deslizan por los cristales de las ventanas.

     Estamos en pleno invierno y a nadie deberían sorprender estos fenómenos, tan frecuentes hace unas décadas. La última nevada importante que cayó en Zaragoza nos sorprendió un 22 de febrero de 2005. Lo recuerdo perfectamente. Esa mañana estaba programada la lectura de mi Tesis Doctoral. A pesar de los problemas meteorológicos, se pudo celebrar el acto con bastante normalidad. Eso sí, algunos amigos y conocidos no pudieron asitir y un miembro del tribunal, que venía de Madrid, tuvo serios problemas para desplazarse desde la estación de Delicias hasta la plaza de San Francisco. La nieve permaneció durante unos días en tejados y jardines. Después se desvaneció como el rocío de la mañana.

     Siempre que veo nevar, recuerdo los inviernos de mi infancia en Aliaga, allá por los años sesenta. Caían auténticas nevadas. La carretera permanecía cortada durante varios días y la escuela tenía que cerrar sus puertas por falta de alumnos. Para los niños de entonces, era un auténtica diversión patinar por las calles heladas o fabricar muñecos por doquier. Aunque lo más interesante eran las peleas con bolos de nieve antes de entrar en la escuela o durante los recreos. Algunos chavales fabricaban bolas provistas de piedras, como munición oculta. Siempre surgía el pícaro que se saltaba las reglas del juego. También los profesores sufrían las consecuencias de estas pequeñas batallas. Era la diversión invernal, en una época sin televisiones, ni consolas, ni ordenadores. 

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