EL ESCORIAL, UN FANTASMA DE PIEDRA
Durante estas cálidas noches estivales, protegido por la sierra de Guadarrama y escoltado por numerosos edificios de piedra y de pizarra, el Palacio-Real Monasterio del Escorial, que llegó a ser considerado durante un tiempo la octava maravilla del mundo, emerge como un fantasma desde la oscuridad del valle y nos transporta a esa época todavía gloriosa para España, con una fe tan segura como los sillares que conforman esta sinfonía de piedra.
Hace muchos años que no me acercaba a este recinto. Y ayer tarde tuve la oportunidad de visitar los aposentos de Felipe II, un rey austero y caprichoso, pasearme por sus patios rectangulares, contemplar la majestuosa basílica, descender a la cripta de los reyes e infantes de los Austrias y los Borbones y, finalmente, visitar con cierta premura su excelente y acogedora biblioteca. Anoche sus torres estaban iluminadas y apuntaban hacia el infinito desafiando al tiempo y al espacio. Un espacio inmenso que acoge a miles de visitantes y que alberga entre sus muros una historia de casi cinco siglos de guerras, saqueos, desafíos, efemérides y otros sucesos que han quedado sepultados bajo sus muros.
El Escorial representa una manera de expresión artística que va del plateresco renacentista al clasicismo vacío, frío, sin ornamentos. Luego llegaría el barroco que supondría el olvido y un cierto desprecio. Bien entrado el siglo XVIII, volvería a ser evocado por los amantes del arte. Ya en el siglo XIX, algunos románticos volvieron a elogiar este monumento por su sublimidad y por su simbolismo. Uno de ellos fue José María Quadrado quien, junto con el dibujante Francisco Javier Parcerisa, recorrió estos parajes en pleno fervor romántico. Tanto uno como otro quedaron impresionados por la magnitud de este fantasma de piedra que, a pesar de tantos avatares, sigue impasible y se mantiene firme, silencioso, fantasmal.
0 comentarios