OTOÑO CONVULSO
Acaba de comenzar el mes de octubre con unas temperaturas casi veraniegas y una preocupante escasez de agua que parece no tener fin. Y es que parece un otoño falso, disfrazado, esperpéntico. O tal vez sea el otoño dulce labordetiano. Lo cierto es que, bajo estas apariencias climatológicas, se oculta una intensa marejada y un porvenir político y social más que tormentoso.
El movimiento del 25-S volvió a abrir la espita de las numerosas movilizaciones que se habían adormilado temporalmente durante el verano con la amenaza de ocupar al Congreso de los Diputados. Por muy diversos motivos, el ciudadano medio español - como el de otros países europeos - está indignado, cabreado y sumido en un cada vez más creciente pesimismo. Los políticos están decepcionando a sus electores porque no cumplen con sus promesas electorales. Los sucesivos recortes están dando al traste con un estado del bienestar aceptable que ha costado décadas conseguir.
Y, para complicar todavía más la situación, pende sobre las cabezas de los españoles la espada de damocles de un cada vez más probable rescate. No sólo un rescate bancario, sino un rescate al país, en la misma senda que Grecia y Portugal. Si esto llega a producirse, entraríamos en un callejón sin salida y sumiría a España en una profunda depresión económica y social.
Por si no fuera poco, la situación política española se caldea día a día ante la perspectiva de unas elecciones autonómicas que pueden alterar en algunos casos la situación de algunas comunidades. Si bien en Galicia parece van a seguir con el mandato del PP, revalidando incluso la mayoría absoluta, en Cataluña y en el País Vasco está sucediendo algo muy distinto. Tanto catalanes como vascos van a votar a una mayoría nacionalista. Esto dibujará un mapa político en cierto modo preocupante para los poderes centrales y para muchos ciudadanos de estas comunidades. En Cataluña están dispuestos a plantear un proceso irreversible de independencia mediante un referéndum. Y en Euskadi empieza a preocupar el ascenso de la otrora ilegalizada Bildu y el afán soberanista de gran parte de la población.
Todas estas situaciones perfilan un otoño difícil y convulso. Si a eso añadimos el aumento del paro, los brutales recortes en el presupuesto de 2013 y la amenaza de una nueva huelga general en noviembre, tenemos ya el cóctel completo. Es de esperar no sea un cóctel explosivo y que se pueda degustar en unas próximas navidades plácidas y más calmadas.
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