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josemarco

FELICIDAD

FELICIDAD

     En su columna de hoy en Heraldo de Aragón la escritora Irene Vallejo nos habla de la ambición, el afán por poseer y dominar, como camino equivocado para lograr la felicidad. Se adentra como siempre en el meollo de la sabiduría de los clásicos para mostrarnos cómo el afán desmedido de tantos gobernantes y monarcas por extender sus dominios les llevaron a un continuo desasosiego y a una inquietud lindante en ocasiones con la angustia.

     Todos sabemos por propia experiencia que, en este mundo capitalista en el que vivimos, el afán de tener no es el camino para ser felices. Pero casi siempre tropezamos en los mismos despropósitos y contradicciones. Por eso es bueno que volvamos de vez en cuando a los clásicos - y no sólo a los griegos y latinos - para beber en las fuentes de la experiencia, apuntalar nuestra frágil esperanza y libar un poco de néctar de la felicidad.

     A veces nos resulta fácil ser felices en un momento determinado. Pero esa felicidad se nos antoja efímera y tornadiza. Y por ese mismo motivo buscamos más, deseamos más, aspiramos a más. Y esta aspiración es la que nos sumerge en un clima de ansiedad. Aspiramos a mejorar en todo los sentidos. Y eso es bueno, en principio. Pero nuestro nivel de insatisfacción es tal, que los logros alcanzados no nos llenan ese vacío interior tan humano.

      ¿Qué es la felicidad? ¿Puede alcanzar el ser humano una felicidad plena en esta vida? Pienso que la felicidad es algo muy difícil de definir y valorar. Y que es muy difícil alcanzarla, porque su misma caducidad la transforma en pérdida y en añoranza. Añoranza que a veces es nostalgia y otras melancolía. Por eso me gusta decir que, si en algún momento hemos sido felices, ha sido precisamente por su brevedad. Y porque hemos dejado de lado la ambición, los sueños inalcanzables y la vanidad que nos puede aportar el dinero, la fama o el prestigio social.

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