RETOS
Dicen que la vida es un reto constante. Que los breves años que van desde la niñez a la vejez son como la subida y bajada de una montaña. Primero contemplas la cumbre desde lejos, te ilusionas e intentas lograr tu objetivo. Ya en la cima, disfrutas con emoción de unos momentos de efímera felicidad; y luego emprendes un descenso acelerado hasta el valle que te vio nacer y crecer. Es una de las metáforas más logradas de nuestra andadura vital. Como un reto, como una conquista, como una meta por alcanzar.
Pero para avivar la llama de este reto fundamental - el único - es necesario vivir otros retos que pueden ser de todo tipo. Estos se ajustan a la edad, cultura y otras condiciones personales. Hay retos profesionales, retos académicos, retos familiares y retos deportivos. Hoy me voy a centrar en estos últimos, ya que el deporte siempre ha sido una de mis aficiones - no me atrevo a decir pasiones - y, gracias a él, he logrado mantenerme en forma y poder llevar una vida sana y equilibrada, dentro de lo que cabe. Porque es verdad que los retos se ganan día a día. Esta mañana lo he experimentado participando en la carrera por la integración organizada en Zaragoza por Ibercaja cada año a finales de octubre. Una excelente temperatura ha permitido que casi doce mil personas nos hayamos dado cita para compartir unos minutos de deporte sano sin ningún afán por competir. Tal vez el único objetivo de cada uno de los corredores era superar su propio récord: bajar de los veinte minutos, de los treinta o de los cuarenta.
Ha sido una nueva ocasión para medir nuestra fuerza física y mental. Para aspirar a superar un nuevo reto, por muy pequeño que parezca, para expresar mediante el esfuerzo esa metáfora de la vida basada en el superación, la tenacidad y, sobre todo, el equilibrio. Y si, además, hay un motivo solidario, mejor que mejor.
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