FRUTOS TARDÍOS
Un otoño apacible se prolonga durante el mes de noviembre, antes de que las cumbres de los montes del Sistema Ibérico turolense se cubran de nieve. Esa nieve que cada año es más tardía y más escasa. Mientras tanto, el sol otoñal brilla durante las horas centrales del día e invita a los pocos habitantes que quedan en los pueblos a pasear, disfrutar del paisaje, respirar aire puro y saborear el silencio de los valles solitarios.
Este año ha sido pródigo en frutas otoñales, especialmente de manzanas. Aunque tampoco hay que olvidarse de las nueces, los membrillos o las almendras. La temperatura agradable ha mantenido las frutas en el árbol durante más tiempo, como ocurre con esta foto de un manzano que bordea la carretera en el barrio Santa Bárbara de Aliaga y que puedo compartir con vosotros gracias a la gentileza de Enrique Suco. Lo mismo ocurre con las huertas, casi despojadas de todas sus hortalizas. Sólo quedan por estas fechas las coles, el cardo y alguna escarola. Lo demás hibernará durante casi medio año hasta que llegue la primavera y se prepare una nueva cosecha.
Es la rueda de la vida, el círculo de los meses y de las estaciones. Ahora estamos en un mes de declive, de transición, de ocaso preinvernal. Y, aunque no me gusta noviembre, tengo que reconocer que tiene su encanto, sobre todo en esos lugares adonde la niebla sólo se acerca por las mañanas y da paso a un sol que tiñe de realza el amarillo de las hojas, alienta el verde de los pinos y mantiene en pie las ramas desnudas de los chopos cabeceros.
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