LAS RAZONES DEL VIAJERO
En esta dilatada tarde de fin de semana, en esta tarde de silencio y reflexión, me he sumergido en la lectura de algunos poemas de Luis García Montero (Granada, 1958). Me siento identificado con algunos versos del poeta andaluz. El fluir casi coloquial de sus estrofas cala hondo en mi estado de ánimo y, en ocasiones, casi me puedo mirar en sus poemas como en un espejo.
Uno de los motivos de la poesía de Luis es el viaje. No sólo alude al viaje real, sino al viaje metafórico. He elegido el siguiente poema, porque me siento como un viajero solitario en el andén de la vida, dispuesto a emprender una nueva aventura. Una aventura difícil, de soledad, de incertidumbre, de libertad. Una aventura desde la ausencia. Una aventura a contratiempo, a contranoche, a contravida.
Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.
Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.
Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.
Tiempo de habitaciones separadas.
(HABITACIONES SEPARADAS, 1994)
1 comentario
monique camus -
Un saludo azteca, Monique.