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PERSONAJES ILUSTRES

CARLOS BOUSOÑO

CARLOS BOUSOÑO

     Acaba de fallecer en Madrid el gran poeta asturiano Carlos Bousoño. Perteneciente a la generación de posguerra junto con José Hierro y Vicente Gaos, destacó además como investigador, docente y crítico literario. A él debemos los estudios sobre nuestro premio Nobel Vicente Aleixandre y el excelente libro Teoría de la expresión poética.

     Durante su dilatada vida obtuvo varios galardones. Sólo le faltó el premio Cervantes. Pero, gracias a sus poemas y a sus ensayos literarios, se ha hecho merecedor de todos los elogios de la crítica y de los lectores. Además, fue profesor de alumnos de la talla de Mario Vargas Llosa, Claudio Rodríguez y Francisco Brines.

    Como homenaje a este poeta, al que siempre he admirado, plasmo aquí un soneto en el que reflexiona con nostalgia del inevitable y universal tópico del paso del tiempo. (Tempus fugit)

                                          DESDE LEJOS

                           Pasa la juventud, pasa la vida,

                           pasa el amor, la muerte también pasa

                           el viento, la amargura que traspasa

                           la patria densa, inmóvil y dormida.

 

                           Dormida en sueño para siempre, olvida.

                           Muertos y vivos en la misma masa

                           duermen común destino y dicha escasa.

                           Patria, profundidad, tierra perdida.

                           

                           Piedra perdida, hundida, vivos, muertos,

                           España entera duerme ya su historia.

                           Los campos tristes y los cielos yertos.

 

                           Sobre el papeel escita está su gloria:

                           querer edificar en los desiertos;

                           aspirar a la luz más ilusoria.

                           

CIEN AÑOS DE JOTA

CIEN AÑOS DE JOTA

     Hoy es un día grande para los amantes de la jota aragonesa, para los turolenses y para los andorranos. Uno de los mitos de la jota durante el siglo XX, José Iranzo, el Pastor de Andorra, cumple cien años. Un siglo de vida dura, difícil, apasionante. Después de perder a su padre y dos hermanos en la gripe de 1918, con tan solo dos años de edad, a los ocho ya estaba en el monte con un pequeño hatajo de ovejas. Así hasta que fue a la mili, sobrevivió a la guerra y se casó, hace nada más y nada menos 76 años, con Pascuala Balaguer, también centenaria.

    Ha sido una vida dedicada a la jota. Eso sí, sin abandonar sus ovejas y manteniendo una sosegada vida familiar. Ha viajado por muchos países, ha cantado en cientos de escenarios y ha ido perfeccionando su excelente voz a medida que los años le caían encima. Ahora disfruta de los recuerdos, saborea los buenos momentos vividos y descansa en su vivienda de Andorra.

    Tuve la suerte de conocerlo personalmente un 15 de agosto en Jorcas. Cantó la famosa palomica y otras jotas de su repertorio en una iglesia abarrotada, ya que no pudo actuar en la plaza debido a una tormenta. Me sorprendió su carácter afable, su sencillez, su naturalidad. Esa forma de ser sin enfados ni alteraciones que le ha llevado a alcanzar una edad a la que muy pocos llegan en aceptables condiciones.

    En la fotografía lo podemos ver con mi amigo de Aliaga Enrique Suco. Su mujer, Trini Loscos es también una de las mejores joteras de Aliaga y de esta provincia turolense, cantera de joteros y de cantautores. Mi enhorabuena al Pastor y mi agradecimiento a Enrique por compartir esta foto en facebook.

RECORDANDO A LABORDETA

RECORDANDO A LABORDETA

     "¡Qué queda de ti,... qué queda de ti!" Mientras visito la recién inaugurada Fundación José Antonio Labordeta en la zaragozana calle Mariano Barbasán, van sonando claras y contundentes algunas de las canciones inolvidables del cantautor aragonés. Porque visitar la Fundación es sumergirse en un halo de melancolía, en un mundo de recuerdos y vivencias. Al acercarme a una de las dos salas de este acogedor recinto, la dedicada a la biografía de José Antonio, me doy cuenta de lo efímero de la vida, del rodillo implacable del paso del tiempo y de la huella imborrable que nos ha dejado Labordeta, hace casi cinco años. Porque queda mucho de ti, José Antonio. Esto lo comprobamos al visitar emocionados la sala dedicada a su trayectoria profesional. Nos quedan tus canciones, tus poemas, tus artículos, tus impresiones como viajero, tus participaciones en tertulias radiofónicas, tu labor docente, tus dos legislaturas como diputado nacional.

    Pero como trasfondo de tus más de cuarenta años de cantautor, poeta y creador literario nos queda tu inmensa solidaridad, tu lucha por la libertad, tu compromiso político y social. Y nos queda, sobre todo, tu amor por Aragón, por esa tierra que te vio nacer en la gris Zaragoza de posguerra, por ese Teruel en el que viviste tus mejores años como profesor de Enseñanzas Medias, por esa geografía aragonesa que recorriste de norte a sur, en tiempos del franquismo, en la difícil etapa de la transición y en plena democracia. Y nos queda tu personalidad, con esa espontaneidad tan aragonesa, con ese humor somarda, con esa sabiduría innata, con esa capacidad para escuchar, dialogar y rebatir.

     Conocí a José Antonio en uno de los quinces de agosto que visitó y actuó en el pequeño pueblo turolense de Jorcas. Acudía por amistad con mi llorado primo Luis Vicente, catedrático de Historia como él, y se alojaba en casa de mis tíos. Recuerdo las veladas en las que compartíamos un café. De su boca salían anéctotas curiosísimas y todo lo expresaba con franqueza y cercanía. Desde entonces lo he seguido en toda su trayectoria musical y literaria. Tengo en mi casa de Aliaga todos sus discos de vinilo, desde el austero "Cantar y Callar", hasta el excelente "Cantata para un país". Sus canciones me han hechizado, porque la mayoría rezuman poesía y llegan a lo más hondo de los que nos sentimos aragoneses y aspiramos a un futuro mejor para esta tierra. Por eso la visita de ayer a la Fundación acentuó mi cariño hacia Labordeta y desenterró nostalgias y recuerdos.

EL GENIO DE ARACATACA

EL GENIO DE ARACATACA

     Hace poco más de un mes nos dejó el escritor y periodista colombiano Gabriel García Márquez en Ciudad de México. El genial novelista, nacido en Aracataca en 1927 fue capaz de crear excelentes historias de ficción, que permanecerán en la memoria para las futuras generaciones. Desde Cien años de soledad hasta Crónica de una muerte anunciada, nos ha dejado novelas, relatos breves, ensayos, memorias y artículos periodísticos.

     Fue junto con Mario Vargas Llosa, Ernesto Sábato y Julio Cortázar uno de los impulsores del boom de la novela hispanoamericana y uno de los renovadores de la narrativa en lengua castellana. En la década de los sesenta llegaron aires nuevos para nuestras obras de ficción que empezaban a cansarse de un excesivo realismo. Y ahí apareció el joven escritor colombiano que con su realismo mágico y con ese Macondo inolvidable llenó de magia las creaciones literarias de la época.

     Una de las novelas que leo y releo con asiduidad es Crónica de una muerte anunciada. Precisamente hoy vamos a comenzar una actividad con los alumnos para acercarnos a esta joya de la ficción. Iremos poco a poco embebiéndonos del clima caribeño, de sus habitantes, de las pasiones, envidias, venganzas y efemérides. Y nos contagiaremos de un lenguaje distinto: más pulcro y más sugerente. A partir de ahí nos acercaremos a otras obras del premio Nobel de 1982. Va a ser un homenaje a este genio de Aracataca que, paradójicamente, y por diversos motivos, acabó sus días fuera de la tierra que le vio nacer.

      Nos queda su prosa, sus ideas sobre la novela, su actitud ante la vida, sus vivencias, sus impresiones, sus personajes, su memoria.

ANTONIO MACHADO

ANTONIO MACHADO

     Hace setenta y cinco años fallecía en Colliure, un pueblecito del sur de Francia el gran poeta sevillano Antonio Machado. Como como profesor, como literato, como aprendiz de poeta, quiero recordar a este escritor comprometido, cercano a la pueblo, solitario, reflexivo, solidario y sin demasiadas pretensiones ni protagonismos.

    La trayectoria literaria de Machado camina paralela a su itinerario vital. Una andadura difícil y cercana a la aventura. De Sevilla se traslada a Madrid. Recala durante unos meses en París. Comienza su labor docente en Soria, de la que guarda un recuerdo agridulce. Se traslada a Baeza, regresando a su Andalucía natal. Ejerce su magisterio en Segovia y acaba en la capital de España donde le sorprende el inicio de la guerra civil. Desde allí es evacuado a Valencia, permanece unos meses en Barcelona y cruza la frontera con su madre y miles de republicanos, enfermo y angustiado, para emprender el viaje definitivo pocos días después.

    Se ha escrito mucho de Machado. Ahora tenemos la suerte de recrearnos con la lectura de sus poemas. Pero durante los años de la época franquista estuvo silenciado como tantos otros, entre ellos nuestro paisano Sender. De machado no sólo nos quedan sus poemas y sus obras de teatro. Podemos disfrutar también de sus consejos, sentencias y donaires, en boca de su alter ego Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín. Son diálogos profundos, ingeniosos y sugerentes.

     Como homenaje a este gran poeta y pensados, plasmo algunas sentencias de este libro que convendría leyeran de vez en cuando nuestros dirigentes políticos y los multimillonarios que manejan el mundo:

     Decía mi maestro que deseaba morir sin llamar la atención de nadie; que su muerte pasase completamente inadvertida. Un mutis bien hecho - añadía aquel buen farsante - no debe hacerse aplaudir.

    Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión. Porque ya no se trata de convencer, sino de vencer y abatir al adversario. Sin embargo, no hay guerra sin retórica. Y lo característico de la retórica guerrera consiste en ser ella misma para los dos beligerantes, como si ambos comulgasen con las mismas razones y hubiesen llegado a un previo acuerdo sobre las mismas verdades. De aquí deducía mi maestro la irracionalidad de la guerra por un lado y de la retórica por otro.

     "Fugit irreparabile tempus". He aquí un latín que siempre me ha preocupado hondamente. Pero mucho más este dicho español: "Dar tiempo al tiempo". Meditad sobre lo que esto puede querer decir.

     Sólo en el silencio, que es, como decía mi maestro, el aspecto sonoro de la nada, puede el poeta gozar plenamente del gran regalo que le hizo la divinidad para que fuese cantor, descubridor de un mundo de armonías. Por eso el poeta huye de todo guirigay y aborrece esas máquinas parlantes con que se pretende embargarnos el poco silencio de que aún pudiéramos disponer.

    




BUÑUEL

BUÑUEL

       Tal día como ayer, hace treinta años, el director de cine aragonés Luis Buñuel nos dejó en en México, país donde permaneció gran parte de su vida y al que amó profundamente. Había nacido en la localidad turolense de Calanda, al inicio del siglo XX, pero su niñez y parte de su juventud la pasó en Zaragoza. Eso sí, cuando podía acudía a su pueblo natal, especialmente en Semana Santa. Durante esos días participaba activamente en la rompida de la hora y en el recorrido por las calles tocando los tambores.

       Al releer su biografía, me han sorprendido varios aspectos: su precocidad intelectual, su temprana afición al séptimo arte, sus encuentros y desencuentros con Salvador Dalí, su vida bohemia durante su juventud en Madrid, su amistad y sus visitas a tertulias vanguardistas del café Pombo con Ramón Gómez de la Serna y su carácter rebelde, tenaz e inconformista.

       Ahora le llueven los homenajes, tanto en España como en México, pero durante su vida sufrió la incomprención de los suyos, tuvo que exiliarse a Francia y luego a Estados Unidos y muy pocos supieron valorar películas innovadoras y rupturistas como Un perro andaluz o La Edad de Oro.

       He visto casi todas las películas de Buñuel y muchas de ellas me han resultado difíciles de entender. El surrealismo surca sus primeras producciones y el anticlericalismo y el sexo están presentes en casi todas sus cintas. Por eso en España no fue reconocido en vida y sólo en el país vecino y en México pudo ganarse fama internacional con filmes como Los Olvidados o El discreto encanto de la burguesía, película con la que obtuvo el óscar en 1972.

      Como homenaje a este turolense y aragonés universal, quiero plasmar algún fragmeno de su autobiografía. En Mi último suspiro nos abre su corazón y nos deja retazos de humanidad. La obra está dedicada a Jeanne, su mujer y compañera. Y afirma en el prólogo que aunque no es un hombre de pluma, Jean-Claude Carrière le ayudó a escribir el libro.

     Cuando habla de la MEMORIA afirma: Cuando yo iba al colegio, en Zaragoza, me sabía de memoria la lista de los reyes godos, la superficie y población de cada Estado europeo y un montón de cosas inútiles. En general, en los colegios se mira con desprecio este tipo de ejercicio mecánico de memoria y a quien lo practica suele llamársele despectivamente memorión. Yo, aunque memorión, no sentía sino desprecio para estas exhibiciones baratas. Pero, a medida que van pasando los años, esta memoria, en un tiempo desdeñada, se nos hace más y más preciosa. Insensiblemente, van amontonándose los recuerdos y un día, de pronto, buscamos en vano el nombre de un amigo o de un pariente. Se nos ha olvidado. A veces, nos desespera no dar con una palabra que sabemos, que tenemos en la punta de la lengua y que nos rehúye obstinadamente.

 

 

     Cuando evoca a su pueblo natal afirma: Se puede decir que en el pueblo en que yo nací (un 22 de febrero de 1900) la Edad Media se prolongó hasta la Primera Guerra Mundial. Era una sociedad aislada e inmóvil, en la que las diferencias de clases estaban bien marcadas. El respeto y la subordinación del pueblo trabajador a los grandes señores, a los terratenientes, profundamente arraigados en las antiguas costumbres, parecían inmutables. La vida se desarrollaba, horizontal y monótona, definitivamente ordenada y dirigida por las campanas de la iglesia del Pilar.

      Y respecto a LA MUERTE y EL SEXO dice: En Calanda tuve yo mi primer contacto con la muerte que, junto con una fe profunda y el despertar del instinto sexual, constituyen las fuerzas vivas de mi adolescencia. Un día, mientras paseaba con mi padre por un olivar, la brisa trajo hasta mí un olor dulzón y repugnante. A unos cien metros, un burro muerto, horriblemente hinchado y picoteado, servía de banquete a una docena de buitres y varios perros. El espectáculo me atraía y me repelía a la vez. Las aves, de tan ahítas, apenas podían levantar el vuelo. Los campesinos, convencidos de que la carroña enriquecía la tierra, no enterraban a los animales.

    Muchas de estas vivencias han quedado plasmadas en sus películas en blanco y negro, con imágenes sorprendentes, sonidos de campanas, sonidos de tambores, animales muertos, miseria por doquier, caciquismo, supremacía del clero, instinto sexual y presencia soterrada de la muerte.

MARÍA MOLINER

MARÍA MOLINER

      En un lugar privilegiado de las atestadas estanterías de mi despacho, se encuentran los dos volúmenes del Diccionario de Uso del Español de la filóloga y lexicógrafa aragonesa María Moliner (Paniza, 1900 - Madrid, 1981). Este diccionario intentaba ser mucho más cercano al hablante que el encorsetado y escueto diccionario de la Real Academia. Y esta mujer emprendedora y tenaz logró con creces culminar una empresa que le supuso esfuerzo, sacrificios y sinsabores.

     Todo esto viene a cuento porque el domingo tuve la oportunidad de ver en el Teatro Principal de Zaragoza la representación de la obra El Diccionario, con un texto inédito de Manuel Calzada y con el papel estelar de la gran actriz Vicky Peña. No me imaginaba que el proceso de elaboración de un diccionario sirviera de guión inspirador a una excelente obra de teatro. Gracias a ella volvía a rememorar mis conocimientos sobre María Moliner, evoqué la dedicatoria de la edición de 1984 - "A mi marido y a mis hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado" - y desempolvé de nuevo sus páginas para leerme su didáctica presentación - en la que recuerda el título original: Diccionario Orgánico y de Uso del Español - y comenta sus intenciones, sus innovaciones y sus peculiaridades.

     La obra teatral nos presenta a una mujer que se enfrenta a circunstancias políticas, familiares y sociales adversas, especialmente durante la guerra civil y en la larga y oscura posguerra, para culminar lo que podemos considerar como una proeza. Esta mujer republicana, pionera universitaria en los inicios del siglo XX, nos ha dejado una estela de tenacidad y de ser capaz de superar las dificultades. No sé si esta obra supondrá un inicio de reconocimiento a su labor en la potenciación del léxico de la lengua española. Lo que me quedó claro al final de la representación es que el tiempo acaba poniendo a cada uno en su sitio, y que la lucha, el trabajo y la constancia pueden obrar milagros a pesar de las crisis económicas o de los vaivenes sociales.

UN GRAN COMPOSITOR DEL SIGLO XVIII

UN GRAN COMPOSITOR DEL SIGLO XVIII

     La edición de hoy de Heraldo de Aragón comenta en una de sus páginas culturales la recuperación en la catedral de Oviedo de la música olvidada del compositor aragonés Joaquín Lázaro. Me ha sorprendido, al leer su breve biografía, que nació en Aliaga (Teruel) en 1746, que fue infante del Pilar, que se ordenó sacerdote en Zaragoza, que estuvo en Oviedo durante cinco años y que murió prematuramente, con apenas 40 años.

     Es una buena noticia para la música sacra aragonesa que María Sanhuesa, profesora de Musicología de la Universidad de Oviedo, ha recuperado obras casi olvidadas del compositor turolense y ha hecho posible que el grupo Forma Antiqva incorpore la obra de Lázaro a su repertorio. Opina María, cuya familia proviene de Tronchón: "Es un compositor muy interesante. Su música es muy dramática y contrastada; muy teatral: expresa el texto y está llena de contrastes".

     No sé cuántos aragoneses, turolenses y aliaguinos habrán oído hablar de Joaquín Lázaro. Para todos ellos, esta semblanza de la Enciclopedia Aragonesa como recordatorio y como homenaje a este vecino de Aliaga:

(Aliaga, T., 1746 - Mondoñedo, Lugo, 3-IX-1786). Compositor de música sacra aragonés. No sabemos dónde ni de quién recibió su formación musical. Sin duda fue «infante» o niño de coro en alguna catedral, colegiata o iglesia aragonesa. Quizá estudiara incluso en la misma Seo de Zaragoza o en la basílica del Pilar. Lo cierto es que fue nombrado por oposición maestro de capilla de este último templo el 4-V-1771, sustituyendo a Cayetano Echevarría. Tenía entonces veinticinco años de edad y debía de ser a la sazón un músico muy bien formado y del todo cumplido.

Ordenado sacerdote a finales de 1772, recibió el título de racionero el 27 de enero del año siguiente. Pero ya se encontraba bastante quebrantado de salud y tuvo que salir de la capital para «tomar ayres». Cayó de nuevo enfermo en 1774 y 1776. Es evidente que el magisterio del Pilar, con la dirección e instrucción de los «infantes», las importantes funciones litúrgicas y las grandes solemnidades de la prestigiosa basílica, se le hizo cada día más difícil de llevar, por su poca salud. Decidió renunciar «por la tranquilidad de su ánimo y menos trabajo que tendría en el nuevo destino», aunque declaró sentir mucho ausentarse del Pilar, donde le sustituyó Manuel Álvarez. Aceptó entonces el magisterio de la catedral de Mondoñedo, que le fue concedido «sin pretensión suya» a finales de 1777. Después en marzo de 1780, opositó al magisterio de la catedral de Ávila, pero luego se enteró de la vacante de Oviedo, a raíz de la muerte de Pedro Furió, y, retirándose de la oposición abulense, se presentó a la de la capital de Asturias, que ganó en octubre. Más tarde, durante el verano de 1786, volvió a Mondoñedo para pasar una temporada de vacaciones y restablecer su quebrantada salud. Su estado empeoró sin embargo y el desdichado músico falleció, todavía bastante joven (a los cuarenta años de edad), siendo sepultado en la misma catedral mindoniense.

Compositor inspirado y fecundo, nos ha dejado muchas obras religiosas muy notables y a veces de gran extensión. Puede ser considerado como uno de los más eminentes maestros españoles de la segunda mitad del s. xviii. Casi toda su producción se conserva en el archivo musical de la catedral de Oviedo, ya que él mismo, por su testamento, había legado sus obras al cabildo ovetense. Otras composiciones suyas se encuentran en la catedral de Mondoñedo y en la de Jaca. Por fin, un salmo suyo figura también en el Archivo musical del monasterio de Montserrat. Añadamos que una colección de Divertimenti Musicaly del presbítero parmesano Girolamo Sertori, de 1758, contiene la Tersa (sic) Obertura con Violine, Viola, Corni, Oboesi E Basso Del Sigr. Joaquino L., quien debe de ser nuestro artista aragonés, el cual contaba sólo doce años de edad en 1758. Hubiera manifestado entonces una extraordinaria precocidad, lo que podría explicar su enorme producción ulterior.

UN TROVADOR DEL SIGLO XX

UN TROVADOR DEL SIGLO XX

     Quizás una de las facetas menos conocidas de José Antonio Labordeta sea la de poeta. Eclipsado, tal vez, por su hermano Miguel y solapada su poesía por su relevancia como cantautor, viajero y político, sus excelentes poemas no han llegado a los lectores como sería deseable. Por eso, en el primer aniversario de su fallecimiento, rescato uno de mis poemas preferidos. Como docente, siempre me han llegado muy adentro estos versos que corresponden al libro "Método de lectura":

                                Mientras vosotros estáis con los grafismos

                                contándome la historia de los tiempos

                                escribo en el silencio de las aulas

                                palabras nostálgicas, recuerdos.

 

                                Mientras vosotros habláis de socialismos,

                                de movimiento obrero, de Bismark el guerrero,

                                contemplo los objetos perdidos en el cielo

                                y escribo versos, tiernos versos de amor y regocijo.

 

                                Mientras crecéis para hombres y mujeres

                                y del ojo infantil os cuelga tanta vida,

                                asumo nostálgico este tiempo

                                que apenas si me queda entre mis dedos.

 

                                Mientras vosotros vais,

                                yo vengo.

                                Doloroso es cruzarse en el camino.

JOAQUÍN COSTA, EL GRAN DESCONOCIDO

JOAQUÍN COSTA, EL GRAN DESCONOCIDO

     Tengo entre mis manos la edición facsímil de la breve biografía de Joaquín Costa (Monzón, 1846 - Graus, 1911), escrita en 1918 por Pedro Martínez Baselga y recuperada par los lectores por la Institución "Fernando el Católico", con un jugoso prólogo del erudito Eloy Fernández Clemente.

     Precisamente hoy, 8 de febrero, se cumplen cien años del fallecimiento en Graus de este insigne aragonés, que está enterrado en el panteón de personas ilustres del cementerio zaragozano de Torrero. El título de este pequeño libro, ¿Quién fue Costa", surgió de la pregunta que un niño le hizo a Baselga al contemplar la estatua del economista, político y pensador en su panteón del cementerio. Esta misma pregunta me han planteado la mayoría de mis alumnos de secundaria cuando les he hablado un poco del "león de Graus". La mayoría ignoraban a este aragonés que, junto con Gracián, Goya, Buñuel, Sender e incluso Labordeta, podrían figurar entre los máximos representantes aragoneses tanto a nivel nacional como internacional.

     Lo que ocurre con Joaquín Costa es que no se leen sus obras, reservadas sólo para reducidos ámbitos universitarios. Por eso los jóvenes - y seguramente también los adultos - sólo recuerdan a Costa asociándolo a una calle céntrica o a un colegio o instituto de educación. Esa es la triste realidad, a fecha de hoy. No sé si los actos que comienzan hoy en Graus y que continuarán durante unos meses por Aragón y por alguna ciudad española contribuirán a que Costa deje de ser un desconocido. ¿Nos imaginamos a Goya sin contemplar sus cuadros? ¿O a Gracián sin leer El Criticón? ¿O a Buñuel sin ver sus películas? Pues eso está ocurriendo con la obra de Costa: casi no se edita, no se lee y está poco accesible en las blibliotecas públicas.

    Quiero plasmar unas líneas de la obra de Martínez Baselga como homenaje personal a este aragonés que, a pesar de todo, sigue perviviendo en el tiempo:

     "Costa no era un matón, ni un hombre de mal humor, ni siquiera un taciturno. Era un alma dolorida, porque su vida fue un calvario; tenía un corazón muy grande, sufriendo por todos sin dar importancia a sus propias penas; pero en sus conversaciones con sus íntimos, era chistoso y socarrón...Era muy amigo de los niños, para quienes siempre llevaba caramelos; gran defensor de las mujeres y, sobre todo, de las madres, y entre éstas de las que perdieron sus hijos en Cuba y Filipinas; defensor de pobres y de ricos, si éstos eran justos, y el hombre más afectivo y llorón que he conocido en mi vida".

. FOTOGRAFÍA: Monumento a Joaquín Costa en Zaragoza

UNA PLAZA PARA MARIANO DE CAVIA

UNA PLAZA PARA MARIANO DE CAVIA

     Han tenido que transcurrir más de ciento cincuenta años de su nacimiento para que el Ayuntamiento de Zaragoza decidiera dar el nombre de Mariano de Cavia a una de las plazas más recoletas del casco histórico de la ciudad. El insigne periodista aragonés - uno de los más destacados intelectuales de finales del siglo XIX y de principios del XX - tiene ya una plaza en la capital de España y también tuvo dedicada una calle en una de las zonas céntricas de la capital aragonesa. Una calle que compartía con el músico y compositor salmantino Tomás Bretón. Don Mariano desapareció durante unos años del callejero zaragozano hasta que ha vuelto a reaparecer en un lugar cercano a su casa natal en la calle Manifestación, como muestra la placa conmemorativa de la fotografía adjunta.

    Mucho se podría escribir de Mariano de Cavia, que se codeó con literatos como Blasco Ibáñez o Miguel de Unamuno, que colaboró en periódicos de la talla de El Imparcial o El Sol, que destacó por su fina ironía, su sabia crítica y su pintoresquismo. Junto con Eusebio Blasco y Luis Royo Villanova, forma el trío de los grandes literatos y periodistas aragoneses de la época de la Restauración y de los primeros años del reinado de Alfonso XIII. Escribió mucho por y para Aragón: Zaragocica, La misa del ateo en El Pilar o Como el de casa, ninguno, son algunos de los artículos que muestran la preocupación por su tierra. Una preocupación que se extendió a la defensa del patrimonio aragonés ya que mostró una decidida postura contra el desmantelamiento del Patio de la Infanta, el derribo de la Torre Nueva o el deterioro progresivo el monasterio de San Juan de la Peña.

    Es una buena noticia se vuelva a dedicar un espacio público de Zaragoza a este intelectual aragonés. Ojalá sea un primer paso para reeditar parte de su obra. Sus artículos, que alguno ha comparado con los del romántico Mariano José de Larra, merecen algo más que el olvidado reposo en una hemeroteca.

 

LABORDETA Y JORCAS

LABORDETA Y JORCAS

     Jorcas es un pequeño pueblo de la provincia de Teruel, situado en plena sierrra turolense y acurrucado en un recodo del camino, a poco más de medio kilómetro de una carretera infame, tercermundista, la que une Camarillas con Allepuz.

     Tengo un aprecio especial a este pueblo, que se queda casi vacío en invierno, pero que en el mes de agosto se llena de hijos y nietos de aquellos que emigraron durante los años sesenta a tierras valencianas. Jorcas revive por un mes su pasado con escuela, con tienda y con un excelente horno de pan.

     José Antonio Labordeta visitó por primera vez Jorcas en 1975. Y, gracias a su amistad con mi primo, Luis Vicente Ariño, siguió acudiendo todos los quinces de agosto a este pequeño núcleo rural para actuar de modo desinteresado ante cientos de vecinos de todas las comarcas e incluso de la capital turolense.

    Me he alegrado esta mañana al encontrar en el Diario de Teruel digital una fotografía en blanco y negro de su primer recital en 1975. Plasmo, además, la pequeña noticia del diario turolense. Casi no falté a ninguna cita con Labordeta. La última vez que actuó en la plaza, ya asfaltada, lo escuché emocionado con mi hijo recién nacido en brazos. Y ya han pasado quince años.

Fidelidad a Jorcas

“Yo no estoy hablando de dinero, hablo de ir a cantar a Jorcas”. Con esa frase cerró José Antonio Labordeta el trato para acudir a la localidad turolense en 1975, donde ofreció un total de 20 conciertos en otros tantos años y todos ellos sin cobrar ni un duro. Le movía una buena causa –los vecinos querían movilizarse para lograr que les llevaran el agua corriente a las casas– y tras un primer año en el que acudió acompañado de su guitarra y de su amigo Luis Granell, llegaron otros muchos gracias a la amistad que surgió con los jorquinos, especialmente con Luis Vicente Ariño, con quien tenía muchos intereses comunes.

LABORDETA Y TERUEL

LABORDETA Y TERUEL

     A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado, llega a Teruel con la plaza de profesor de instituto bajo el brazo. Allí comienza una nueva etapa en su vida. Allí dinamiza culturalmente el Colegio Menor San Pablo y el Instituto Ibáñez Martín. Allí comienza a componer sus primeras canciones. El paisaje agreste de Teruel, con sus sierras solitarias, sus masadas pintorestas y sus inviernos inclementes, inspira a un Labordeta joven, inquieto y dinámico.

    En el Diario de Teruel digital de hoy aparece un artículo que recuerda la relación entre Teruel y el cantautor recientemente fallecido. Los inserto a continuación, porque creo que vale la pena leerlos y conocerlos. En esta misma edición aparecen do vídeos: uno del propio José Antonio, que recuerda su llegada y sus primeros años en la capital; otro del homenaje de los turolenses el pasado día 23 en la Escalinata del Óvalo, esa escalinata que subió Labordeta cuando llegó en el ya lejano 1964 a una ciudad de provincias que marcaría su futuro.

Teruel forjó a José Antonio Labordeta en un aragonesismo ligado a la tierra y a sus gentes, y Labordeta dejó una impronta en la provincia que todavía hoy se respira por sus pueblos. La etapa que pasó en Teruel capital en el Instituto Ibáñez Martín y en el Colegio San Pablo fue el germen del grito de libertad en que se convirtió su vida a partir de ese momento.

En Teruel nació el Labordeta cantante y el Labordeta escritor, y junto con otros intelectuales como Sanchís Sinisterra y Eloy Fernández Clemente convirtieron a la capital turolense en un reducto de libertad, en la segunda mitad de la década de los 60, en el que era posible hacer una cultura progresista impensable en cualquier otro lugar de España.

Inspirador de la denominada Generación Paulina, a cuyos alumnos inculcó  la dignidad y la coherencia como principios básicos del ser humano, fue junto con Eloy Fernández Clemente quien sembró en la provincia el germen de la revista ‘Andalán’.

Labordeta se fue de Teruel en 1970 pero nunca la abandonó, porque siempre siguió ligado a la provincia a través del amor hacia un territorio que defendió en cuantos foros tuvo la oportunidad de hacerlo, ya fuese sobre un escenario, en sus discos y libros, o en la tribuna del Congreso de los Diputados.

El pasado 23 de septiembre, la Escalinata del Óvalo acogió un sincero homenaje de cientos de turolenses que se reunieron para decirle al ‘abuelo’ lo mucho que lo apreciaban, pero también para cantarle que su espíritu de libertad sigue vivo a través de quienes siguen sus huellas.

MI ADIÓS A JOSÉ ANTONIO LABORDETA (II)

MI ADIÓS A JOSÉ ANTONIO LABORDETA (II)

     Todos los medios de comunicación - tanto nacionales como, sobre todo, aragoneses - se han hecho eco durante estos días del fallecimiento y del adiós multitudinario a José Antonio Labordeta, "La voz de Aragón". Uno de los artículos que me han llegado más hondo ha sido la columna de la escritora y periodista Cristina Grande en Heraldo de Aragón. La palabra huérfanos ha inspirado el siguiente poema que quiere ser mi modesto homenaje a este aragonés universal.

                                         Nos has dejado huérfanos,

                                         huérfanos de tu voz,

                                         de tu noble presencia,

                                         de tu verdad de acero.

                                         Nos has dejado huérfanos.

                                         Pero el eco profundo

                                         de tu voz sin fronteras

                                         surca las solitarias sierras

                                         turolenses y recorre sin tregua

                                         los ocultos rincones

                                         de este tu Pirineo.

                                         Nos has dejado huérfanos.

                                         Pero nos queda aún

                                         esa esperanza utópica

                                         en un nuevo futuro,

                                         siempre la libertad como bandera

                                         y el azul indomable

                                         de todos los caminos,

                                         testigos silenciosos

                                         de tu huella de luz, canto y palabra.

                                        

UN MAESTRO DEL ENSAYO

UN MAESTRO DEL ENSAYO

      Ayer falleció en su domicilio de Madrid el escritor granadino Fancisco Ayala después de una dilatada vida. Se nos ha ido un gran novelista y un gran pensador. Pero se nos ha ido, sobre todo, un gran ensayista.  Aunque se han divulgado más sus relatos, especialmente Muertes de perro (1958), El fondo del vaso (1962) o El jardín de las delicias, su obra ensayística es más abundante y, paradójicamente, menos conocida.

     Ayala tuvo como maestro a José Ortega y Gasset y colaboró muy pronto en la Revista de Occidente. Sus ideas fueron siempre liberales y avanzadas para la época en que le tocó vivir. En 1945 escribió el Ensayo sobre la libertad. Le preocupó también la tarea del escritor y su compromiso con la sociedad. Esto lo reflejó en la obra El escritor en la sociedad de masas (1956). Y también opinó con acierto sobre el mundo de la enseñanza y de la educación. Esta inquietud la plasmó en el ensayo La crisis actual de la enseñanza (1958). Pero donde más se prodigó Ayala como ensayista fue en el ámbito literario. Son muchos los ensayos del escritor granadino sobre nuestros literatos ilustres. Podemos destacar, entre otros,  Reflexiones sobre la estructura narrativa (1970), Cervantes y Quevedo (1974) o Galdós y Quevedo (1978).

     No sé qué ensayos de Ayala podrán encontrarse en las librerías. Tal vez en alguna biblioteca se puedan hallar algunos. Mi intención, de todos modos, es leer durante los próximos días Recuerdos y olvidos (2006). Espero encontrar en este libro las experiencias, vivencias e interpretaciones de un intelectual, desde la atalaya privilegiada de sus cien años y con la trayectoria dilatada que abarca casi todo el siglo XX. Creo que será el mejor homenaje a este gran narrador y ensayista.

HOMENAJE A VICENTE BLASCO IBÁÑEZ

HOMENAJE A VICENTE BLASCO IBÁÑEZ

     Aguilar del Alfambra es un pintoresco pueblo turolense, situado en plena sierra, en la comarca de la capital. El pueblo, afectado por la emigración de los años sesenta, al igual que todos los de su entorno, intenta recuperarse en verano y, para ello, programa numerosas actividades lúdicas y culturales. Una de estas iniciativas ha consistido en organizar una exposición dedicada al escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez. Muchos se preguntarán el porqué. La razón es muy sencilla: el escritor naturalista (1867-1928) era oriundo de Aguilar del Alfambra. Su padre, Gaspar Blasco, nació en esta localidad y emigró con su familia a la capital del Turia, abriendo una tienda en la calle de la Jabonería Nueva. La fortuna les sonrió y ello permitió que su hijo Vicente llegara a ser abogado.
     Esta exposición dedicada a Blasco Ibáñez ha sido organizada por la Plataforma Aguilar Natural y por el Ayuntamiento de Aguilar del Alfambra. Han colaborado también la Asociación Amigos de Vicente Blasco Ibáñez y la Biblioteca Tomás Navarro Tomás. El lunes por la tarde tuve la oportunidad de visitar la muestra y recordé lo que ya conocía de la vida del escritor y conocí otros aspectos de una vida breve pero intensa. Evoqué entre otros detalles un episodio de su novela "Arroz y Tartana". El autor nos muestra cómo los hijos de las familias numerosas de Aragón encontraban su acomodo en Valencia, primero perdidos entre el gentío que llenaba la plaza del Mercado y, más tarde, trabajando como aprendices en alguna de las tiendas que llenaban los aledaños. En su novela, Blasco Ibáñez no hacía sino rememorar la propia historia de su familia. Era la de su padre, Gaspar Blasco, que fue uno de esos muchachos que aprendieron el oficio de comerciante iniciándose como aprendiz en una tienda de la plaza del Mercado.
     Completamos la visita a Aguilar con una breve estancia en la plaza dedicada al escritor, unas fotografías de la casa donde nació su padre y un paseo por este lugar acogedor, familiar y recoleto.

LABORDETA PRESENTA SUS MEMORIAS

LABORDETA PRESENTA SUS MEMORIAS

     Apenas pude acceder ayer tarde a la sala Ámbito Cultural del Corte Inglés de Zaragoza, abarrotada de público. A las siete y media en punto, entró José Antonio Labordeta en el recinto, acompañado de sus familiares y amigos. Lo vi mucho más animado que hace tres meses en el teatro Principal. Lo vi con mucho mejor aspecto y con su inimitable sonrisa. Me alegró volver a ver al "abuelo" acompañado de los suyos y apoyado por los incondicionales.

     El motivo del acto era la presentación en su tierra - después de haberlo hecho ya en Madrid y en Barcelona - de su último libro Memorias de un beduino en el Congreso. En esta obra, que voy a leer con mucho interés durante los próximos días, Labordeta evoca sus ocho años de diputado en la cámara baja e incide en los momentos más importantes. Habla también de los políticos más relevantes con lo que se codeó e  intenta dejar bien a la mayoría. Labordeta no puede dejar de recordar el día aciago del inicio de la guerra de Irak con participación española, su entrevista con el Rey y su despedida como parlamentario. Es un rosario de vivencias, un viaje personal y un rememoración para la historia.

     El cantautor aragonés estaba flanqueado por los escritores Miguel Mena y José Luis Melero. Ambos glosaron con brevedad la figura de José Antonio e hicieron hincapié en la sinceridad y riqueza de sus memorias. El acto fue breve, intenso, emotivo, testimonial. A Labordeta se le sigue queriendo y valorando en su tierra. Y José Antonio sigue encontrando motivos para continuar escribiendo y componiendo, mientras la salud se lo permita. Ayer no pude saludarle personalmente ni llevarme un ejemplar con su firma. Esperaré a otra ocasión para hablar con él. Tal vez en la próxima Feria del Libro. Hoy le sigo recordando porque cumple setenta y cuatro años. Y continúa en la brecha con ilusión y esperanza.

HOMENAJE A LABORDETA III

HOMENAJE A LABORDETA III

      Del acto-homenaje a José Antonio Labordeta del pasado día 26 me ha quedado una sensación agridulce. Comprobé con satisfacción cómo, por una vez, se reconocía públicamente la labor de este aragonés por su tierra. Pero, al mismo tiempo, advertí que se acercaba el final de un ciclo, que el abuelo comenzaba a ser abuelo de verdad, que el tiempo pasa para todos y deja su huella, que la vida está hecha de altibajos y de emociones contenidas.

     Eché de menos a ese José Antonio enérgico, cantando Aragón con su guitarra o acompañando con la percusión la irrepetible Albada. Eché de menos su canción dedicada a La vieja o la inolvidable Rosa, rosae. No pude escuchar de su propia voz algunos de sus profundos y rotundos poemas. Por eso me marché con ese agrio sabor de boca.

     Una de las canciones que retumbó en el Principal esa noche fue Somos. Luis Alegre, primero, y Carbonell y Eduardo Paz, después, me llenaron de emoción con estas palabras, que quedarán grabadas en mi memoria para siempres. Las escribo para los que no conozcan la canción, que es un verdadero poema y una muestra explícita de nuestras señas de identidad como aragoneses:

 

Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azotan desde el mar.
Hemos
perdido compañeros,
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.
Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar
Tiempos,
futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.

Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar.
Hemos
perdido nuestra historia,
canciones y caminos
en duro batallar.
Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas
para poder andar
Tiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.

Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.
Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.
Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar
Tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.

Somos
como esos viejos árboles.

HOMENAJE A LABORDETA II

HOMENAJE A LABORDETA  II

     Son muchos los ecos de la noche del miércoles en el Teatro Principal de Zaragoza. Son muchos los retazos de dos horas intensas y emotivas. Hoy quiero plasmar, como un modesto homenaje más,  un pequeño comentario sobre la canción que interpretó Rosana, Banderas Rotas, que en el 2001 dio título a un libro autobiográfico del cantautor aragonés.

’Una de las canciones que más amo, que más me gusta, y que cuando la canto sé que hay muchos oyentes uniéndose a mi propio desconcierto se titula como he decidido que lo haga este libro y dice:
 
  He puesto sobre mi mesa todas las banderas rotas
  Las que nos rompió la vida
  la lluvia y la ventolera
  de nuestra dura derrota.’
 
  Lúcido, escéptico, socarrón, melancólico y un tanto ácrata, José Antonio Labordeta ha estado siempre en la lucha política, que ha convertido en su reivindicación personal y coherente por la vida.
 
  Profesor de instituto, poeta, novelista, cantautor comprometido con la democracia y Aragón, sigue echándole arresto a la vida, cantando en los rincones diminutos del país, defendiendo como si fuese un niño las ideas que le vienen de largo y que sigue creyendo compatibles con el vino merlot y la gallina trufada de Graus.
 
  “Banderas rotas” son las memorias o, mejor, “cuasimemorias” como prefiere el autor, de un ser humano, nacidas a veces en el corazón y otras en el cerebro. El currículo estrambótico de una generación idealista que vivió el salvaje conflicto de la guerra civil y la interminable posguerra, y se ocupó de menesteres “inútiles” como derrocar una dictadura y llevar a cabo el largo peregrinar de la democracia.
 
  Un viaje ligero de equipaje, con su mochila a cuestas, con sólo lo imprescindible: lo que queda del pasado, el valor del presente y la utopía del futuro.

EMOTIVO HOMENAJE A LABORDETA I

EMOTIVO HOMENAJE A LABORDETA  I

     Ayer, en un Teatro Principal abarrotado, el cantautor, profesor y poeta José Antonio Labordeta recibió un cálido homenaje con motivo de la publicación del libro José Antonio Labordeta: creación, compromiso y memoria, coeditado por Rolde de Estudios Aragoneses y la Sociedad General de Autores y Editores.

     Compañeros, amigos, cantautores, alumnos y admiradores de José Antonio llenaron de emoción dos horas de cariño y gratitud hacia una de las personas que mejor ha representado a Aragón en las últimas décadas.

     Mientras escuchaba algunas de las canciones del abuelo - La Albada, Somos, Canto a la libertad - , recordaba sus conciertos en los primeros años de la transición: en Barcelona, en Zaragoza y, sobre todo, en Jorcas. Labordeta visitaba este pequeño pueblo turolense todos los años para las fiestas de la Virgen de Agosto. A la plaza acudían personas de toda la comarca, de Teruel y de Valencia. José Antonio nos hacía vibrar cada año con sus melodías y desgranaba sus letras con su peculiar ironía y socarronería. Para mí, Labordeta siempre será un mito. Más tarde lo descubrí como poeta y como narrador. Admiro la profundidad de sus poemas y el aliento existencial de sus obras.

     Del acto de ayer noche, me quedo con unas palabras del propio cantautor que confesó emocionado que Aragón y Zaragoza están recobrando el pulso cultural y que hay que animar a las generaciones jóvenes a romper la barrera del provincianismo y a avanzar por el camino de la creación en libertad.

     * Fotografía de Labordeta en sus primeros años de profesor. (Del blog de INDE)