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PERSONAJES ILUSTRES

TRAS LAS HUELLAS DE MACHADO

TRAS LAS HUELLAS DE MACHADO

El pasado sábado tuve la oportunidad de visitar la Casa-Museo del poeta Antonio Machado en Segovia. Me cautivó ese pequeño rincón, apartado del bullicio de la ciudad castellana. En una modesta pensión permaneció el profesor sevillano desde 1919 hasta 1932. Su estancia fue más dilatada que en Soria, aunque las vivencias del poeta durante estos años no hayan sido tan intensas, o sean menos conocidas que las de tierras sorianas.

Gracias al esfuerzo de un grupo de artistas y hombres de letras, los admiradores de Machado pueden contemplar la habitación que ocupó el poeta y visitar lo que se puede considerar como un pequeño museo. Una copia del busto que Emiliano Barral esculpió en 1920 y un panel de cerámica, obra de Julián López Parras, dan la bienvenida al viajero. La visita a esta casa nos acerca emocionalmente a una época ya lejana con sus peculiares formas de vida y con sus inquietudes intelectuales y culturales. Destaca, sobre todo, la actividad de Antonio Machado como cofundador de la Universidad Popular Segoviana. Eso sí, uno echa de menos algún recuerdo más de sus amores con Guiomar, el amor secreto del poeta.

Me da la impresión de que muy pocas personas conocen este lugar. Quizás algunos ni siquiera sepan que Machado permaneció en Segovia durante casi trece años. Gracias a la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce muchos estudiantes pueden acercarse a Segovia y visitar esta Casa-Museo, además del Acueducto o el Alcázar. Para los más interesados en conocer esta etapa del escritor andaluz, les recomendaría el libro de Pilar de Valderrama, Sí, soy Guiomar, memorias de mi vida. (Barcelona, Plaza Janés, 1981)

(Fotografía: Casa donde vivió Machado en la calle de los Desamparados de Segovia - años 40-)

OCTAVIO PAZ, MAESTRO DEL ENSAYO

OCTAVIO PAZ, MAESTRO DEL ENSAYO

     Tal día como hoy, hace diez años, falleció Octavio Paz (Mexico, 1914), uno de los grandes intelectuales del siglo XX. Paz cultivó la poesía y el ensayo, pero fue en este último género donde brilló con luz propia, en la misma senda de Borges o de Alfonso Reyes. Obras como El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Postdata o Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, encumbran al Nobel mejicano (premio que obtuvo en 1990) a los lugares preferentes de los ensayistas contemporáneos.

     No sé por qué, últimamente prefiero la lectura de un ensayo a la de una novela. Eso sí, intento compaginar ambos géneros, sin dejar de lado la poesía y el teatro. Pero el ensayo me resulta más profundo, más crítico, más comprometido, más creativo, más personal. Eso es lo que les intento inculcar a mis alumnos de bachillerato cuando comentamos algún texto ensayístico, casi siempre breve o acotado.

      En un estudio sobre Octavio Paz de Patricio Eufraccio Solano, profesor de la Universidad Autónoma de México, afirma lo siguiente del ensayo:    

El ensayo es para mí la más completa de las manifestaciones literarias, puesto que permite la conjunción en su discurso de la sensibilidad de la poesía y la reflexión crítica de la razón. Hay en él un culto, acaso un reencuentro o reconciliación, con lo Sapiens del Hommo Spiritualis que somos. Escribir y leer un ensayo es entrar y posesionarse de la mente sensible, crítica y comprometida que forma el ser humano del escritor y, al mismo tiempo, es permitir la entrada y posesión de nuestro ser por el ensayista.

Como en ningún otro de los géneros literarios, el ensayo es fusión entre los seres que se encuentran a través del discurso. Jamás será igual la vida después de encontrarse con los ensayos de Borges o de Alfonso Reyes, de Germán Arciniegas o del propio Octavio Paz. La vida cambia para siempre después de leer un texto ensayístico de alguno de estos seres. Sé que los poetas dicen que algo así sucede con la poesía y quizá es cierto que el alma se libera entre los versos, pero en el ensayo sucede algo más que una liberación momentánea, se produce una necesidad de libertad permanente, una perenne búsqueda de la esencia del ser; una sed inagotable por el deleite que producen el comprender y el interpretar: por el saber. El sentido del ser encuentra en el ensayo la posibilidad de comprensión y a él se sujeta.

Tiene el ensayo otra virtud: no pretende ser verdad colectiva; le basta con ser verdad individualizada. Después de todo, en el mundo no hay más que individuos.

Los ensayos de Octavio Paz son una de las verdades individuales de este mundo. Reconocerse en ellas nos permite saber que los individuos de distintas latitudes y épocas han sido y son constantes en su búsqueda del ser. Que han estado aquí y, espero, continuarán estando, con la irrenunciable tarea de comprendernos.

 

 

UN ACADÉMICO ENTUSIASTA DE LA LENGUA

UN ACADÉMICO ENTUSIASTA DE LA LENGUA

     Hoy ha visitado el Instituto Ramón y Cajal de Zaragoza el lingüista salmantino José Antonio Pascual Rodríguez. Este ilustre académico compagina sus clases en una universidad madrileña con una encomiable labor investigadora en pro de una lengua más rica y más universal. Con un excelente equipo de colaboradores está preparando el Diccionario Histórico del Español, una obra que exige constancia, perseverancia y amor a la palabra. Porque José Antonio es un amante de las cosas bien hechas y un entusiasta de la lengua.

     Ante un receptivo grupo de cien alumnos de bachillerato, el académico salmantino ha intentado contagiar a los asistentes de ese deseo de mejorar las cosas, de la inquietud por hablar bien, de una valoración de la ortografía como compromiso colectivo, de un esmero por usar correctamente la lengua hablada y escrita. Desde su experiencia como docente y como persona de cultura renacentista, ha hecho referencia a la cada vez más frecuente queja programática, esa actitud casi contagiosa que consiste en estar enfadado con todo y contra todo. Por eso José Antonio ha transmitido a los jóvenes, serenidad, visión de futuro y optimismo vital. Lástima que el tiempo haya impedido seguir disfrutando de la sabiduría expresiva de este lexicólogo, que dedica muchos de sus afanes a la Real Academia Española.

     Hoy hemos conocido de primera mano la labor de un académico gracias al programa Invitación a la Lectura, que va ya por su vigésimo segunda edición en Aragón. Este año se han incorporado al mismo seis académicos de distintas disciplinas. El abanico cultural sigue abierto y parece que continúa dando sus frutos. Numerosos alumnos de secundaria y bachillerato disfrutan año tras año leyendo novela, poesía, o teatro. Eso sí, la presencia de los autores es un estímulo para despertar en ellos este hábito cultural e incluso animarles a iniciarse en la labor creativa. El reto está ahí y algunos ya lo han conseguido.

FRANCISCO CANDEL, EL ESCRITOR DEL PROLETARIADO

FRANCISCO CANDEL, EL ESCRITOR DEL PROLETARIADO

     En este mes de noviembre, caduco, otoñal y crepuscular se nos ha ido un hombre de letras comprometido con Cataluña, su tierra de adopción - emigró desde Casas Altas, en el Rincón de Ademuz, a los dos años - y compometido con las personas de su entorno. Paco, o Francesc, ha sido considerado como el cronista de la inimigración en Cataluña. Desde su primera novela Donde la ciudad pierde su nombre, hasta las últimas páginas de sus memorias, este escritor autodidacta nos ha dejado una huella cultural y un rico poso social a todos los que hemos seguido su trayectoria y hemos leído sus artículos. Ha plasmado su lucha por la vida barojiana en novelas como Hay una juventud que aguarda y ha seguido la estela de Plá en sus relatos de viajes, preñados de humanidad.

    Como homenaje a este escritor, quizás poco conocido fuera de Cataluña, plasmo el artículo "El escritor del proletariado", publicado en "El País" el 11 de septiembre de 2005, con motivo de su ochenta cumpleaños:

     A los 80 años, es autor de referencia en la novela social. Se considera catalán y valenciano. Contrario a lo patriotero y a la guerra. Sigue viviendo en la Zona Franca de Barcelona, como un personaje más de los que retrató en sus libros sobre el paisaje de la inmigración en la posguerra.     Si tú llegas al barrio de Candel, Francisco Candel, en la Zona Franca de Barcelona, y lo haces con tiempo suficiente como para entrar en un bar a pedir agua o café o cerveza o vino y le preguntas al camarero si por casualidad ha oído hablar de Candel, de Francisco Candel, probablemente te responderá como le respondía a Candel cualquiera de los personas de sus libros más célebres, empezando por aquel que le dio más fama y controversia, Donde la ciudad cambia su nombre (1957), una fabulación basada en la realidad con la que Barcelona estrenó la exposición pública de sus peores arrabales. Te responderá el camarero: “¿El Candel? Por ahí anda ése, por ahí debe de andar”. Candel se adelantó a los antropólogos modernos, y enseñó las vergüenzas de la ciudad con el propio lenguaje de sus protagonistas; no inventó nada, se limitó a reflejar todo tal como lo vio, utilizando, además, un lenguaje inédito entonces, o acaso vivo tan sólo en algunos de los libros de Tomás Salvador o de Camilo José Cela… 

    Muchos años más tarde, Manuel Vázquez Montalbán recordó así aquel libro: Era “el retrato del salvaje crecimiento urbano para absorber las riadas de la inmigración interior. Aún pueden verse hoy los escenarios de aquella derrota social y arquitectónica en la Barcelona fea del extrarradio o en lo que queda de la Barceloneta o del ya casi deconstruido Barrio Chino”… La crudeza de aquella historia hizo que Candel fuera famoso más allá de los barrios, pero sobre todo en los barrios cuya vida desentrañaba. Y los habitantes cuyas vidas describía se pusieron tan furiosos, porque ahí aparecían con sus nombres y con sus apodos, que Candel tuvo que irse buscando refugios e incluso nuevas historias con las que aclarar las que le pusieron en el disparadero. Así nació otro libro suyo, ¡Dios, la que se armó! (1964), que fue una crónica, igualmente descarnada, pero más matizada, de lo que pasaba en los barrios extremos de Barcelona y cómo algunos de sus habitantes le quisieron linchar…

     Escribió muchos más libros Candel, y aquí, en esta conversación, habla de algunos, pero aquél le dio tanta notoriedad que ese título, Donde la ciudad cambia su nombre, habrá servido para titular tantos artículos como los Cien años de soledad o la Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez… Entre los otros libros que escribió Candel hay uno que ha circulado menos, pero que fue una biblia para los empezaron a escribir en los años sesenta. Se tituló Hay una juventud que aguarda (1956), y explicaba la ambición imposible de un joven de origen proletario que tocaba a las puertas de las grandes editoriales con el objetivo verdaderamente osado de hacerse artista…    

     Décadas después, aquel Candel que dio tanto que hablar entre los suyos, y fuera de sus ámbitos, sigue  viviendo en la misma zona que fue objeto de sus primeros libros, encima del bar donde se encogen de hombros como en sus novelas para decirte dónde está la persona que buscas; acompañado de Joana, una mujer que le ayuda en estos años de la vejez, y de un periquito al que llama Raúl y que se pasea entre nosotros como si también conociera las reglas de la casa, Candel vive los 80 años, recién cumplidos, exhibiendo el mismo escepticismo con que sus personajes se buscaban la vida.

     Su figura es la de siempre, la de un hombre enjuto que, sentado en su silla de leer, parece aún más flaco, más esencial, más tímido; tiene su barba de tantos años totalmente cana y su mano es una fina capa de piel suave con la que te asegura un recibimiento cálido. Cuando ya te sientas ante él, y abres la máquina para grabarle lo que diga, te dan ganas de contarle tú a él qué has visto en la calle para que él vuelva a escribir de lo que va oyendo. Pues eso ha sido su literatura: oír lo que pasa para contarlo. Pero ahora está ahí, encerrado en ese palomar desde el que mira sus barrios; de vez en cuando sale, cuando le vimos acababa de almorzar con Jordi Pujol, que se hizo amigo suyo, pero su vida ya es aquí dentro, en una casa de lo que entonces era la Barcelona que perdía su nombre. 

 

FERNANDO FERNÁN GÓMEZ, UN ICONO DE LA CULTURA

FERNANDO FERNÁN GÓMEZ, UN ICONO DE LA CULTURA

     Esta tarde nos ha dejado, en silencio, el actor, director y escritor Fernando Fernán Gómez. Este Académico de la Lengua y premio Príncipe de Asturias de las Artes compaginó su amor al cine y al teatro con su pasión por los libros. Siempre que podía devoraba los libros y se empapaba de sus argumentos y peripecias. Su imaginación y creatividad brillaban en todos los ámbitos de la cultura. Desde su debú en el escenario con la obra Los ladrones somos gente honrada, de Enrique Jardial Poncela, hasta su última gran interpretación en la película de Antonio Hernández En la ciudad sin límites, Fernán Gómez nos deja imágenes imborrables, interpretaciones únicas y escritos llenos de maestría.

    Recuerdo su interpretación de El pícaro, de El abuelo o del maestro liberal en La lengua de las mariposas. Pero también recuerdo su novela El viaje a ninguna parte, con tintes autobiográficos y pinceladas costumbristas no exentas de crítica. Su presencia en la pantalla o en los escenarios fue un soplo de aires fresco en la época de la censura. Como director, me quedo con Las bicicletas son para el verano, un drama que se sitúa en la estela de Antonio Buero Vallejo. Quiero plasmar como homenaje a este icono de la cultura de la segunda mitad del siglo XX un fragmento del artículo El abrazo de la lectura, publicado en El País el 23 de abril de 1994, con motivo del Día del Libro. Es un homenaje al libro y a todos los amantes de la lectura.

     El libro se abre ante nosotros como se abre de piernas la amante entregada y posesiva. Como abren los brazos para acogernos el amigo y el familiar. En mi prehistoria se abrieron para mí los brazos diminutos, débiles y sucios de los primeros cuentos de calleja. Ya entre ellos se observaban diferencias sociales. Los más baratos cabían en la palma de la mano, su letra era casi ilegible y tenían las mejillas manchadas de tiznones como de carbón o de tinta de escribir palotes, curvas y garrotes. No parecían pensados para que los leyeran los niños, sino las abuelitas, deshojándose, al borde de la cuna. En cambio, los más caros, en octavo, se leían con facilidad y tenían letras de oro en la portada.

     Vinieron después los libros de aventuras. Cuando aún no se ha llegado a la adolescencia, cuando aún no nos han amaestrado y no nos han inyectado en el cerebro la suficiente cantidad de resignación, nos asombra dolorosamente la monotonía de la existencia. ¿Cómo es posible -se pregunta el niño-, haber pasado ocho años padeciendo esta sórdida repetición cotidiana? Los libros de aventuras, con su mentira piadosa, le abren las puertas de la esperanza.

     Los libros escondidos. Los libros secretos. Hay que tenerlos debajo de los libros de texto. Leerlos cuando no nos ven nuestros mayores o los profesores, en el colegio. Son libros de aventuras, novelas folletinescas, policíacas. Y muy pocos años después -no años, meses-, novelas pornográficas. Qué inefable placer me proporcionan esas lecturas. Aldous Huxley dijo: "una orgía real nunca excita tanto como un libro pornográfico". Y con esto no intento sugerir a nadie que abandone las orgías (…)

      Aparecieron después los que algunos consideran enemigos del libro: el cine, la radio, la televisión... son, es cierto, otros medios de difusión de la poesía, y también de la música y de las artes plásticas. Pero, aunque enemigos en cierto aspecto, es difícil que derroten al libro, ni creo que pongan en ello interés, El libro les lleva la ventaja de la corporeidad, de la cercanía. El libro lo tengo, lo poseo, puedo incluso darle achares, no mirarlo, no leerlo y, sin embargo, conservarlo. No es efímero. Puedo también tenerlo en las manos, acariciarle el lomo como a un perro amigo, hojearlo, sobarlo, puedo besar algunos de sus renglones si me han conmovido. Tanto si es un libro lujoso, encuadernado en suave piel, como si es un libro popular, de los que se doblan y se pliegan sumisos para ser leídos en la cama, con los que uno puede acostarse sin muchas dificultades (...)

     Echo una mirada a la biblioteca. Cuántos libros en ella que ha devorado el olvido. Y cuántos que ya no podré leer. Quiero decirles a esos libros que no leeré nunca, que no se sientan despreciados. Si sé que no los leeré, es porque estoy en esa edad en la que al tiempo se le ve volar como a un gorrión asustado, en la que se nos escapa como agua en un cesto, en la que huye como algunos queridos recuerdos. Pero, al decir adiós, que un libro me abra sus brazos y repose sobre mi pecho.

 

UNA VIDA DEDICADA A LA JOTA

UNA VIDA DEDICADA A LA JOTA

     Ayer se presentó en FNAC de Zaragoza el documental "José Iranzo, el Pastor de Andorra" dedicado a este veterano jotero aragonés. Es una buena grabación de cuarenta y cinco minutos, dirigida por José Miguel Iranzo, con el guión del cantautor y periodista Joaquín Carbonell.  A sus 93 años, José Iranzo Bielsa todavía conserva su sonora y aguda voz y aún sale al campo con sus queridas ovejas.

     En esta película se puede comprobar la progresión de este humilde jotero que, ya a los ocho años, se dedicaba al pastoreo. Después de la guerra, realizó la mili en Zaragoza y allí comenzó su fama de cantador. Luego se sucedieron los viajes por Aragón, España, Europa y América. José inicia el aprendizaje de la vida y adopta una filosofía muy peculiar. Siempre ha sido una persona independiente, al margen de ideologías y, sobre todo, con un talante alegre y optimista.

     Lo conocí personalmente en unas fiestas de Jorcas (Teruel) un 15 de agosto, en la década de los ochenta. Se mostró sencillo, cordial, dicharachero. Ya lo veía muy mayor. Nunca me hubiera imaginado tal longevidad. Es una suerte para todos los aragoneses tenerlo aún entre nosotros. Cuando se vaya, su voz quedará para la posteridad. Y estas imágenes en blanco y negro permanecerán en la retina de los que amamos la jota como una expresión profunda del corazón, como un desgarro interior, como un aliento vital, como un suspiro del alma.

EL ADIÓS DE LABORDETA

EL ADIÓS DE LABORDETA

     Ayer en el Congreso de los Diputados, José Antonio Labordeta realizó su última intervención formal en la tribuna de oradores con motivo del debate sobre el estado de la nación. En marzo abandonará su escaño de parlamentario y se retirará - como dijo ayer - a sus cuarteles de invierno. Porque José Antonio, a pesar del peso de los años, no se jubila nunca. Seguirá con sus canciones, con sus libros, con sus proyectos, con sus sueños. Desde su retiro en Villanúa- donde compuso el famoso Canto a la libertad en los años setenta - continuará escribiendo, componiendo, pensando. Y nos regalará el inapreciable tesoro de su experiencia.

     Al finalizar la sesión, Labordeta le regaló al presidente del gobierno un ejemplar de su novela En el remolino, ese relato inquietante, compuesto en 1973 en Teruel, y recuperado con éxito por la editorial Anagrama. Han sido ocho años de desgaste, de lucha, de reivindicaciones. Han sido ocho años en los que su atronadora voz ha resonado en el hemiciclo como la voz de Aragón, como la única voz de Aragón. ¿Dónde están el resto de los diputados aragoneses? ¿Tan poca fuerza tienen en sus respectivos partidos? Porque, excepto las intervenciones del "abuelo", muy poco eco ha tenido Aragón en Madrid durante estos últimos años. Ni siquiera la Exposición de 2008 mereció unos minutos del presidente o de algunos portavoces.

     A pesar de todo, José Antonio se retira satisfecho, con la conciencia tranquila. Ha cumplido con creces su papel como representate electo en el Congreso y ha planteado muchos problemas de Aragón que, de otro modo, habrían quedado olvidados. La pregunta es obvia: ¿Quién le relevará en su labor? ¿Quién se erigirá durante la próxima legislatura en portavoz de esta pequeña y semiolvidada autonomía? De momento, quedan ocho meses para que alguien piense en cubrir este hueco tan difícil. Los votantes también tendrán la palabra. A Labordeta le ha llegado la hora de descansar, de dedicarse a su familia y de continuar con lo que más le gusta: componer, escribir y hablar con sus amigos de su querido Aragón.

UN TUROLENSE ILUSTRE

UN TUROLENSE ILUSTRE

     Albalate, Urrea de Gaén, Aguaviva. Estos pueblos bajoaragoneses de la provincia de Teruel fueron testigos silenciosos de los primeros años de Alfonso Zapater Gil, periodista, escritor, autor teatral, novillero... que nos dejó el miércoles pasado de manera inesperada y al pie del cañón.

      Conocí a este ilustre aragonés en la redacción de Heraldo, a mediados de los años ochenta. Fui a ofrecerle mi colaboración desinteresada tanto en temas aragoneses como en motivos literarios. Me recibió con mucha cordialidad y me escuchó atentamente. Hablamos de varios temas, la mayoría relacionados con la provincias de Teruel: el futuro de las Cuencas Mineras, la despoblación de los pequeños núcleos rurales, las minas a cielo abierto, el reciente cierre de la Térmica de Aliaga sin alternativa alguna para el pueblo... Pocos años después, coincidí con Alfonso en algún acto de presentación de alguna de sus obras. Recuerdo de modo especial la puesta de largo de la excelente serie documental Aragón, pueblo a pueblo. Todo un regalo para los que amamos esta tierra y para los que nos visitan año tras año.

     Pero Alfonso no sólo destacó como un excelente periodista. Le atrajo la tauromaquia, y llegó a ser novillero. Escribió poemas desde muy joven, admiró la jota aragonesa siguiendo la tradición paterna, escribió obras de teatro que se representaron con éxito por todo Aragón por el grupo "La Taguara", dirigido por su mujer, Pilar Delgado. Pero, sobre todo, fue un fiel y atento observador y comentarista de la actualidad. Decía la verdad sin tapujos. Criticaba lo criticable y realizaba una sana autocrítica. Los párrafos de sus artículos fluían con naturalidad, con maestría, con un estilo inconfundible.

     Nos ha dejado un turolense ilustre, pero nos queda su extensa y excelente obra. La lectura de sus libros y artículos será el mejor homenaje que podemos hacer a este aragonés polifacético, inquieto y luchador.

OFICIO DE JUBILADO

OFICIO DE JUBILADO

           Desde hace más de tres décadas siento admiración por José Antonio Labordeta. Es una persona cabal, sincera, tenaz y polifacética. Han pasado muchos años desde su estancia en Teruel como profesor en un Instituto de Enseñanza Media. Pero José Antonio sigue aún en la brecha. A pesar de los años, a pesar de los achaques, a pesar de la indiferencia de unos y de la crispación de otros.

            Ayer, en su artículo semanal en El Periódico de Aragón, en la sección “La muga de los tambores”, Labordeta reflexionaba sobre su cercana y definitiva jubilación, cuando a sus 73 años, en el 2008, acabe su segunda etapa en el  escaño del Congreso de los Diputados. ¿Qué hará cuando se jubile? Me imagino que seguirá con su actividad creativa. No me imagino a José Antonio brazo sobre brazo en un banco de un parque. Lleva ya siete años “jubilado” oficialmente y sigue demostrando que su presencia en las Cortes es eficaz, que su voz sigue resonando contra la intolerancia, que su experiencia sigue siendo muy válida.

            Labordeta contempla el mundo desde la privilegiada atalaya de la vida. Y reflexiona con nostalgia, ironía y escepticismo sobre el presente, sobre el pasado y, sobre todo, sobre un futuro incierto y estremecedor. Este es su Oficio de jubilado. Un jubilado con talante emprendedor, con curiosidad intelectual, con espíritu joven. El abuelo sueña en una sociedad más justa, más libre, menos egoísta. En su haber figuran numerosos logros por Aragón. Como poeta, como novelista, como cantautor, como viajero, como profesor, como político, como ciudadano de a pie. Que disfrute de su activa jubilación. Y que sea lo más dilatada posible.

RAMÓN Y CAJAL, MAESTRO DE INTELECTUALES

RAMÓN Y CAJAL, MAESTRO DE INTELECTUALES

    La proximidad de mi domicilio al Centro de Historia de Zaragoza me ha permitido visitar con detención la Exposición dedicada a don Santiago Ramón y Cajal, con motivo del centenario de la obtención del Premio Nobel de Fisiología y Medicina, compartido con el italiano Camilo Golgi. De esta excelente muesta, me quedo de momento con la vocación de escritor del científico e investigador de Petilla de Aragón.

     Porque don Santiago fue un buen literato y  podría haber sido un gran escritor. Pero no pudo dedicar mucho tiempo a la creación. Nos ha dejado, sin embargo, algunas obras dignas de tenerse en cuenta. En 1886 escibe Cuentos de vacaciones. En estos relatos da muestras de su maestría en la redacción y de su fluidez de estilo, en la línea de los narradores de la época. Nada más iniciarse el siglo XX publica Mi infancia y juventud, primera parte de sus Memorias. En esta obra rememora sus primeros años en Valpamas, Larrés, Luna,...y su estancia como estudiante de Medicina en Zaragoza. Es una obra amena y bien redactada, que se anticipa al Sender de Crónica del Alba, aunque sin llegar a la maestría y estilo del novelista de Alcolea de Cinca. En 1917 publica la segunda parte de sus Memorias, Historia de mi labor científica.

     Pero será en 1921 cuando Cajal revele lo mejor de sí como literato, con la publicación de Charlas de Café. El científico aragonés plasma en este libro, subtitulado Pensamientos, anécdotas y confidencias, una serie de reflexiones, divagaciones, fantasías y comentarios sobre el mundo que le rodea. Todo ello, fruto de su observación, sus lecturas y su gran curiosidad intelectual.  En el prólogo de la edición de 1999, su sobrina María Ángeles cita al propio don Santiago, que afirma para justificar su dedicación a la literatura: "El hombre que se dedica a la ciencia, al laboratorio, no tiene necesidad de ser un cartujo. Todo lo contrario, es necesario, para no anquilosarse y aliviar la tensión nerviosa acumulada en el trabajo, dejar vagar la imaginación por los amenos vergeles de la literatura, arte, costumbrismo, etc., aunque desempeñemos en ellos un modesto papel, y para ello, nada mejor que relacionarse con toda clase de personas siendo asiduo de tertulias de cafés, peñas y casinos".

     En mayo de 1934, cinco meses antes de su muerte, Ramón y Cajal da a luz su última obra de creación, El mundo visto a los ochenta años. En este ensayo don Ramón contempla el mundo en la alborada del siglo XX desde la atalaya privilegiada de su experiencia. Es una visión profunda, inquietante y, en ocasiones, premonitoria. En una breve Introducción afirma el autor, en la línea de dos de sus maestros, Gracián y Schopenhauer: "El tiempo empuja tan solapadamente con el fluir sempiterno de los días, que apenas reparamos en que, distanciados de los contemporáneos, nos encontramos solos en plena supervivencia".

EL BI-REY DEL PAR

EL BI-REY DEL PAR

   Me ha sorprendido mucho la noticia. Me imagino que como a muchos aragoneses de a pie. En algunos aspectos admiro a José Ángel Biel. Reconozco su esfuerzo por Aragón, especialmente por la provincia de Teruel. Pero lo que no me cabe en la cabeza es que este veterano político - que me imagino estará completando los últimos años de su carrera, a no ser que quiera emular a Fraga - haya decidido, con el visto bueno de su partido, presentarse al mismo tiempo a las elecciones de mayo de 2007 como cabeza de lista de dos candidaturas distintas: la presidencia del gobierno de Aragón y la alcaldía de Zaragoza.

   ¿Se imaginan que el líder del PAR saliera elegido en las dos candidaturas? ¿A cuál renunciaría? ¿En quién delegaría como segundo en la lista? Son muchas las preguntas que vienen a mi mente en este día tan lejano y cercano a la vez de las elecciones de mayo. Me sigue sorprendiendo, sin embargo, que todavía a principios del siglo XXI haya personas que se crean indispensables y que se erijan en portavoces de todas las reivindicaciones.

   Todavía hay más noticias en este lejano inicio de precampaña: el PAR estará abierto a cualquier pacto, sea con izquierdas o con derechas. ¿Qué les parece? ¡Qué bonito es ser partido bisagra! La experiencia nos dice - y ellos lo saben - que deciden más ellos que sus propios aliados. No sé cómo le irá al PAR en mayo. De momento no me parece buen indicio la presencia de un birrey. Como si el Partido Aragonés no tuviera más personas con carácter, carisma, espíritu emprendedor y dotes de liderazgo. ¡Una lástima!

HOMENAJE A RAMÓN FECED

HOMENAJE A RAMÓN FECED

    El pasado 20 de septiembre se rindió homenaje en Madrid al insigne turolense don Ramón Feced. Este ilustre personaje, nacido en Aliaga en 1894 y fallecido en Madrid en 1959, llegó a ocupar la cartera del Ministerio de Agricultura durante el gobierno de Lerroux en 1933, en plena Segunda República. Ocupó este cargo durante casi un mes y luego ejerció como Director General de Industria.

   El consistorio de Aliaga tiene intención de recuperar la figura de Ramón Feced Gresa que contribuyó notablemente al desarrollo social del municipio con la explotación minera del carbón. Por ello, el alcalde José López Guillén tiene intención de proponer en un pleno que se dedique una plaza de este pueblo turolense a una personalidad tan relevante en la época de la Segunda República.

   Todavía se conserva la casa donde nació este ministro, ya que sigue habitada por sus herederos, que visitan con frecuencia la Villa de Aliaga.

   Sería deseable llegara a buen término esta inquietud y se le rindiera un merecido homenaje a don Ramón en su pueblo natal. Un ejemplo a seguir en la lucha contra el olvido o la indiferencia.

DAVID CIVERA

DAVID CIVERA

   Este joven turolense - sí, de Teruel - sigue estando en la cresta de la ola un año más, un verano más. Y sus admiradores/as no sólo son quinceañeras ni quinceañeros. Tiene prendado al público de todas las edades. Y si no que se lo pregunten a los que han escuchado la canción "El orgullo y la visa" de su último disco "Ni el primero ni el último". Sigue fiel a su estilo y va creciendo como persona y como cantante. Con tesón, con perseverancia, sin ayudas artificiales, sin "Operaciones Triunfo", sin grandes apoyos. Desde su aparición en el programa "Lluvia de estrellas" en 1997 y su meritorio sexto puesto en el Festival de Eurovisión de 2001, Civera ha sabido crear su propia personalidad artística.

   Javier está encantado con David. No sólo porque es turolense. Pero también opina que ya es hora de que reconozcan a alguien de Teruel por su talento. Y que triunfe en y desde su tierra. Este verano está arrasando. Se lo merece.

JOSÉ MANUEL BLECUA

JOSÉ MANUEL BLECUA

     José Manuel Blecua, hijo del ilustre José Manuel Blecua Tejeiro, ha ingresado hoy como nuevo miembro de la Real Academia Española, ocupando el sillón "h" ocupando el sillón vacante del fallecido Emilio Lorenzo. El filólogo aragonés, Catedrático de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha pospuesto dos años su incorporación porque se hallaba coordinando desde el 2004 el año del "Quijote". Ahora está preparando con Juan Alcina una nueva edición de la Gramática Española. Su capacidad de trabajo es encomiable y su labor en la Academia será, sin duda alguna, muy útil.

     En una reciente entrevista opinaba así de la situación de nuestra lengua y del futuro del libro y de la lectura:

      -Ahora hay que fomentar la lectura. Pero eso exige una base teórica y unos profesores que enseñen a leer. Para formentarla se necesita paz en las casas, que no siempre la hay, y también se debe asumir una rivalidad que antes no existía, como la televisión. Los niños aprenden un montón de léxico a través de los medios audiovisuales, eso está claro. Pero ahora existe una presencia muy fuerte de este medio. Los coches llevan DVD y los más pequeños pueden ponerse películas en su habitación. La sociedad ha cambiado, pero es necesario un esfuerzo para que el libro se constituya en vehículo de conocimiento. Es necesario para afrontar los problemas actuales, como la libertad y el respeto mutuo. Y eso sólo lo da los libros.

     Toda una propuesta ambiciosa para profesores, padres y alumnos. Esperemos que no se equivoque y que las aguas vuelvan a su cauce.

EMILIO GASTÓN

EMILIO GASTÓN

           El primer Justicia de Aragón de la democracia, el ilustre aragonés, inconformista, rebelde y heterodoxo nos ha deleitado esta tarde en el Instituto “Ramón y Cajal” con sus dotes de rapsoda y su profundo y arraigado talante poético.

            Y es que Emilio Gastón es todo corazón, con el alma a flor de piel y la amabilidad por bandera. Hay que recdordar que es, junto a Miguel Labordeta, uno de los contribuyentes a la aportación épica de la generación de poetas aragoneses que por los años 50 y 60 constituyó la O.P.I. (Oficina Poética Internacional) del zaragozano Café Niké.

            Nos ha hablado de la importancia de la poesía, ahora que está tan marginada en las aulas y en la sociedad. Y nos ha recitado poemas de García Lorca, de Alberti, de Miguel Labordeta y de su propia antología personal.

            Quiero reflejar dos breves fragmentos que José Antonio Labordeta escribió en 1990 como epílogo del libro: “Emilio Gastón, Antología Poética”:

             “Navegamos juntos en la endeble nave de “Andalán” y nos reímos, hasta desbocar, con los colegas de este órgano informativo que aparecía como podía contra viento y marea. Y él, prócer-poeta, fundó el P.S.A. – aquella cosa más de poetas que de próceres – y hasta salió Diputado y se embarcó en lo de la Constitución, que es como un poema épico pero muy aburrido”. 

            “Cuando se leen o escuchan – su modo de recitar es muy personal – los versos de este Emilio Gastón desgarradura, se te pone una cosa a contrapelo en lo más infinito de tu alma mientras él, con el ingenio de su barba florida, te cuenta los más dramas posibles del pobre ser humano”.

DON ANTONIO BELTRÁN

DON ANTONIO BELTRÁN

Me entero por los medios de comunicación del fallecimiento del profesor don Antonio Beltrán. A pesar de su avanzada edad, no me esperaba esta noticia, ya que desconocía su progresivo deterioro final y conocía, en cambio, su asombrosa vitalidad. Aunque lo seguía por sus colaboraciones periódicas en la prensa sobre tradiciones aragonesas, arqueología, folklore o gastronomía, lo conocí personalmente en el Centro de Profesores de La Almunia en un cursillo sobre las raíces tradicionales del folklore aragonés. Me sedujo su personalidad amable, humilde y espontánea. Pero me atrajo sobre todo su talante intelectual, su erudición y su saber enciclopédico. Desde entonces, le he seguido más de cerca y he leído con más interés sus libros y artículos. Sorprende tanta dedicación y tanto entusiasmo. Don Antonio era un joven de noventa años. Todavía se levantaba todas las mañanas con el afán de aprender algo nuevo, de transmitir algo importante.

No me enteré del homenaje que se le tributó el 10 de abril en el Teatro Principal, porque estaba fuera de Zaragoza. Ayer contemplé un pequeño reportaje en la Televisión Aragonesa y comprobé su irreversible deterioro físico. Aunque se nos va una gran persona y un gran intelectual aragonés, es mucho lo que nos deja y ojalá alguien tome el relevo. Un relevo difícil pero no imposible. De todos modos, sus escritos son la mejor herencia para los que le hemos admirado.

AYALA CUMPLE CIEN AÑOS

AYALA CUMPLE CIEN AÑOS

            Cien años son muchos años. Un siglo es un período aparentemente dilatado pero efímero y breve en el marco de la historia. Cifra redonda, fecha redonda a la que sólo unos privilegiados, como el escritor Francisco Ayala, han logrado llegar en aceptables condiciones físicas y mentales. Ayala recibe hoy un merecido homenaje en la Biblioteca Nacional. El escritor granadino evocará durante estos días su largo peregrinaje por Argentina, Puerto Rico, Chicago y Nueva York. El autor de El jardín de las delicias sigue con un admirable talante no exento de escepticismo y continúa con su juvenil curiosidad intelectual. Se dedica a vivir con intensidad un presente que se le escapa de las manos y no quiere pensar en el mañana. Para él no existe un futuro planificado, soñado o idealizado. Ha cumplido con creces sus aspiraciones y se dispone a dar el salto definitivo. Mientras tanto, le ilusiona que surjan nuevos lectores, personas inquietas y preocupadas por la cultura. Y no ve nada claro el mundo del porvenir. Prefiere recordar. Y compartir.

Una buena oportunidad para leer o releer su obra. Tengo en mis manos Recuerdos y olvidos y espero conocer mejor a este gran ensayista, crítico y autor de relatos breves y de gran densidad intelectual.

FRANCISCO PRADILLA

FRANCISCO PRADILLA

Pocos aragoneses conocen la obra de este pintor de Villanueva de Gállego, que vivió en la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX. A algunos zaragozanos les debe sonar una calle dedicada al artista y, tal vez el nombre del colegio de su pueblo natal. Sin embargo, Pradilla fue un pintor famoso en su época y destacó por sus cuadros al óleo, aunque manejó con acierto casi todas las técnicas y temáticas. Reflejó en sus cuadros desde el costumbrismo hasta la mitología y triunfó sobre todo en el tema histórico con el cuadro Juana la Loca, conservado en el Museo del Prado, del que llegó a ser director.

Durante un mes y medio se va a poder visitar en la oficina de Cajalón del Coso de Zaragoza parte de la obra de este pintor ingenioso, original y, sobre todo, muy tenaz. Intentó ser eclecticista y, al mismo tiempo, pintar de un modo distinto. Y destacó tanto en España como en Italia. La historia del arte no ha sido demasiado justa con él, eclipsado por otros pintores, sobre todo por su paisano Goya. Pero su brillantez y su estilo realista le hacen acreedor a este homenaje y a ser admirado por los que valoramos el arte como espejo de una época y como interpretación más o menos ingeniosa de la realidad. El comisario Wifredo Rincón ha acertado con la organización de esta muestra antológica.

SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

Ha llegado a mis manos una cuidada y excelente reedición de la obra de Ramón y Cajal Los tónicos de la voluntad. Este científico universal releja en plena juventud, a finales del siglo XIX, la precaria situación de la labor investigadora en España y propugna un impulso desde dentro, es decir, desde el sacrificio, la voluntad y la constancia (palabras tan en desuso hoy día). Es un ensayo claro, coherente y bien documentado. Cajal, en el centenario de la obtención del Nobel de Medicina, se acerca a sus lectores con una obra que no ha perdido actualidad. Es una guía para el actual investigador universitario y un impulso para aquellos que, a pesar de los medios e innovaciones, han perdido la ilusión por el trabajo y la satisfacción por la obra bien hecha.

FRAY LUIS DE ALIAGA

FRAY LUIS DE ALIAGA

En una recopilación de artículos de Azorín, publicada por A. Cruz Rueda  y que se puede consultar en la página web: www.cervantesvirtual.com, aparece un sugerente artículo del escritor alicantino en el que recuerda a un contemporáneo suyo, que conoció en el Ateneo de Valencia y que no es otro que un aliaguense: Don Pedro Feced y Valero. Este intelectual turolense publica en el diario Las Provincias el 13 de diciembre de 1947 un artículo titulado El Quijote de Avellaneda en el que argumenta y defiende que el supuesto autor de esta obra fue Fray Luis de Aliaga, y que éste nació en la villa de Aliaga, en el centro de la provincia de Teruel.

¿Qué razones aduce para mantener esta hipótesis? El uso de aragonesismos en El Quijote de Avellaneda  algunos muy usados en la comarca de Aliaga como la sustitución del adverbio "cuando" por el localismo "a la que". Otra razón que aduce Feced es que muchos frailes, al profesar, adoptaban el nombre de su lugar de origen, de ahí lo de Fray Luis de Aliaga. También añade don Pedro para relacionar al autor con esta obra apócrifa que en Aliaga hay un hermoso valle, regado por el Guadalope, llamado Val de Avellano (De ahí lo de Avellaneda) y que una de las masías de la localidad se llama Torre de los Clérigos que se puede asociar fácilmente a la condición de eclesiástico del presunto autor.

¿Conjeturas? ¿Suposiciones? Tal vez. De todos modos, se abre un camino a la investigación sobre este fraile, confesor del rey e intelectual relevante en su época.