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PUEBLOS

DÍA DE LA VIRGEN DE LA ZARZA

DÍA DE LA VIRGEN DE LA ZARZA

Hoy muchos vecinos de Aliaga nos encontramos lejos de nuestro pueblo por diversos motivos, especialmente por razones laborales. Otros tienen la suerte de celebrar en el pueblo el día grande de su patrona, la Virgen de la Zarza. Mi mente vuela en estos momentos a la ermita barroca del siglo XVII, al santuario del siglo XX, para recordar momentos inolvidables de este día 8 de septiembre: los versos del día de la primera comunión, la solemne procesión, la ofrenda de flores, los fuegos artificiales de la víspera,...

Mi mejor homenaje a la patrona de Aliaga en este día tan señalado son este manojo de versos que nacen de lo más profundo y quieren ser un modesto eco de tantos devotos, cofrades y peregrinos.

                        Virgen de la Zarza, sencilla y humilde,

                        madre de los pobres, mujer elegida

                        que veneran tantos vecinos de Aliaga

                        en este santuario, ermita de piedra,

                        muy cerca del pueblo, muy cerca del río.

 

                       Hoy te ofrecen flores cientos de devotos:

                       Es tu día grande, patrona de Aliaga.

                       Desde la distancia, vuela mi recuerdo

                       al lugar tranquilo que un día elegiste

                       para que tu imagen fuera venerada.

 

                       Son más de tres siglos de historia y plegarias,

                       pues año tras año llegan peregrinos

y muchos cofrades proclaman tu nombre

más allá del valle que en calma te acoge,

cerca de los campos, cerca de los montes.

 

                       Virgen de la Zarza, hoy el Guadalope

                       sonríe y murmura plegarias al cielo.

                       La porra se inclina, los chopos se humillan

                       porque su patrona bendice a los suyos

                       que cantan la jota mirando al futuro.

DE CASTEL DE CABRA A ALIAGA

DE CASTEL DE CABRA A ALIAGA

      Aprovechamos las primeras horas de una mañana soleada para ascender, como aperitivo, el puerto de Las Traviesas en dirección a Alcañiz. Son casi dos kilómetros de cuesta progresiva. Las piernas responden, aunque todavía están algo agarrotadas. El descenso hacia el cruce de La Zoma es un pequeño alivio antes de cambiar totalmente de dirección. Tomamos una carretera estrecha y sinuosa. Eso sí, el paisaje es muy distinto: pinos y pequeñas carrascas nos acompañan durante una dura y exigente ascensión hasta que contemplamos las primeras huertas y aparece La Zoma, pequeño y tranquilo pueblo situado en una pequeña eminencia.

      Después de un pequeño tentempié, continuamos la ruta hacia Ejulve. Este tramo de siete kilómetros es más llevadero que el anterior. A lo lejos, ya se contemplan las antenas que coronan el puerto de Majalinos (1450 metros). Es nuestra próxima meta, el reto de este día de regreso a Aliaga desde Castel de Cabra. La ascensión es dura y tomamos un ritmo lento. Comienza a apretar el calor. De todos modos, al filo de las once coronamos el puerto y respiramos aliviados: lo peor de la etapa ha pasado. Ya sólo quedan menos de veinte kilómetros, la mayor parte de descenso. Eso sí, la última ascensión desde el cruce de la piscifactoría hasta el embalse de la térmica de Aliaga nos hace sudar de lo lindo. Pero, ya en la Aldehuela incrementamos el ritmo. El final de la etapa se acerca y volvemos al punto de partida dos días después. Nos queda la experiencia de casi cien kilómetros en bicicleta, de dos días maravillosos en Castel de Cabra y del cumplimiento de uno de los sueños de este verano.

PARAJES CON ENCANTO

PARAJES CON ENCANTO

 

Amanece en Castel de Cabra. Cielos azules, diáfanos, limpios. Silencio en las calles, paz en el ambiente. Después de la ruta de ayer por el camino de los peirones hasta la ermita de Santa María Magdalena, en la zona de Adobas, donde se encuentra el molino viejo que tiene tallado en piedra el escudo de la localidad y hasta la famosa cascada situada en un estrecho valle, nos preparamos para una nueva excursión por los lugares más emblemáticos y pintorescos de este pueblo turolense.

La ruta de hoy es más variada y ambiciosa. Iniciamos la ascensión al cerro de Santa Bárbara, que ya contaba con civilización en la Edad de Hierro y en el que todavía quedan ruinas del antiguo castillo que da nombre a la primera parte del pueblo. Antes de ascender a este pequeño monte, visitamos dos túneles de la proyectada línea de ferrocarril de los años veinte del siglo pasado entre Teruel y Alcañiz. Un proyecto que nunca se llegó a realizar. Es una pena observar esta ambiciosa obra y pensar en las posibles consecuencias positivas para una provincia cada vez más despoblada.

Ya hacia el mediodía, nos acercamos hasta uno de los lugares más encantadores. Es un valle recoleto, discreto, orlado de chopos cabeceros, en el que nace el pequeño río Hurón. Desde allí se toma el agua potable para la población. Una comida campestre con los amigos Castel y un rato de descanso nos ayudan a recuperara fuerzas. Se respira el aire fresco de la sierra y se agradecen los rayos de sol. La tarde anuncia tormenta y regresamos al pueblo contemplando las huertas semiabandonadas y el antiguo apeadero del ferrocarril del que sólo quedan las paredes.

Se dilata la tarde estival. Por las calles del pueblo juegan los niños con sus bicicletas. Un grupo de ancianos disfruta de la buena temperatura en un banco del paseo principal. Los jóvenes apuran las últimas horas del día en la terraza de la piscina municipal. El verano comienza a dar sus últimos coletazos. Dentro de pocos días, Castel se quedará mucho más tranquilo, con sus calles silenciosas y el inicio de largos meses de invierno. Al igual que Aliaga. Al igual que tantos pueblos de Teruel.

DE ALIAGA A CASTEL DE CABRA

DE ALIAGA A CASTEL DE CABRA

Recorrer en bicicleta una parte de la comarca turolense de las Cuencas Mineras es una sugerente actividad lúdica y deportiva que hemos realizado en estos días de agosto. Una de las rutas elegidas ha sido la que enlaza Aliaga con Castel de Cabra, dos pueblos que tienen ciertas similitudes. El paisaje es similar - los dos están en las inmediaciones de la sierra de San Just -, pequeños ríos surcan sus huertas y están flanqueados por chopos centenarios - Aliaga recibe al río Miravete y al río La Val, que confluyen en el Guadalope -, Castel recibe en sus inmediaciones los cauces de los ríos Cañaperera y Hurón que forman el río Cabra, que desemboca en el río Martín. Aliaga puede estar orgullosa de su ermita dedicada a la Virgen de la Zarza, Castel conserva la ermita de Santa María Magdalena, gracias al esfuerzo y preocupación de todos sus vecinos.

La ruta elegida para llegar a Castel de Cabra comienza por el valle del río La Val, continúa por el ascenso al puerto de San Just (1406 metros) y atraviesa el pueblo de Escucha. Antes de llegar a esta última población, hay que hacer una parada obligada en la fuente que mana de la sierra y que está a pocos metros del túnel después de coronar el puerto. Es un agua deliciosa. Desde Escucha una carretera en obras nos encamina a Palomar de Arroyos, un pueblo situado en un promontorio. La ruta está llegando a su fin. Queda lo más sencillo: un descenso desde Palomar hasta Castel de Cabra, que aparece en todo su esplendor y de modo inesperado después de la última curva. El recorrido termina hacia las 12 horas. Han sido casi tres horas de pedaleo, de contemplación del paisaje y de esfuerzo intermitente. En Castel nos esperan unos amigos. Ellos nos acompañan a visitar los lugares más pintorescos de este municipio situado a casi 1.100 metros de altitud. Ha valido la pena la ruta elegida. El regreso será por otra muy distinta.

FOTOGRAFÍA: Vista panorámica de Castel de Cabra

BAÑOS DE SEGURA

BAÑOS DE SEGURA

     A cinco kilómetros de Segura de Baños, pequeño pueblo de la comarca de las Cuencas Mineras en la provincia de Teruel, se encuentra un balneario de aguas termales con propiedades terapéuticas que tuvo sus mejores momentos durante los siglos XIX y XX. El balneario, emplazado a mil metros de altitud, a orillas del río Aguasvivas, conforma un enclave agreste y pintoresco.

      Después de treinta años cerrado y casi abandonado y tras superar diversas dificultades de tipo burocrático y escollos económicos, este manantial de aguas que se remonta al siglo XVIII va a ser restaurado y rehabilitado casi en su totalidad. Es una buena noticia para este pueblo turolense y para su comarca, una de las más deprimidas y deshabitadas de Aragón. Si se cumplen las previsiones y los plazos, el balneario comenzará a funcionar dentro de dos o tres años. Todo ello supondrá un impulso turístico para esta zona aislada y castigada por la emigración.

        Segura de Baños fue destruida en su mayor parte durante las guerras carlistas por el general Espartero. Cabrera, el famoso líder carlista, eligió este enclave como refugio y fortificación. Hoy queda como recuerdo un castillo en ruinas y un grupo de casas apiñadas a su alrededor. Pero Segura tiene su encanto en el paisaje que le rodea. Vale la pena desviarse de la ruta habitual desde Cortes de Aragón y acercarse a estos pequeños núcleos rurales: Maicas, El Salcedillo, Segura. Con la reapertura de los Baños se puede dar un pequeño impulso a esta zona de Teruel. El auge del turismo rural puede contribuir a ello. Y la voluntad de hacer las cosas bien por parte de los políticos locales y provinciales.

TARAZONA, CIUDAD MONUMENTAL

TARAZONA, CIUDAD MONUMENTAL

     Suelo viajar con frecuencia a Tarazona. En la ciudad del Queiles tengo muy buenos amigos y, cuando nos vemos allí, aprovecho para pasearme por las empinadas calles del casco histórico, orladas de edificios antiguos y preñadas de historia. Tarazona es comparable a Zaragoza en la cantidad de torres que apuntan hacia el cielo desde diversos puntos de la ciudad. Si la capital del Ebro era denominada hace tres siglos la ciudad de las torres, Tarazona merece también este apelativo y otros más.

     Los turiasonenses están, además, de suerte porque dentro de unos meses - en la primavera de 2009 - abrirá de nuevo sus puertas este edificio religioso del siglo XIII, declarado en 1931 bien de interés cultural. Tuve la suerte de visitar la catedral antes del inicio de su profunda restauración e 1991. Es una joya artística por la que vale la pena desplazarse a esta ciudad cercana a las laderas del Moncayo. Gustavo Adolfo Bécquer habló de Tarazona en una de las Cartas desde mi celda y otros literatos han elegido este pintoresco lugar como marco ambiental de sus relatos. Recuerdo en este momento la excelente novela de Miguel Mena, Bendita calamidad, ambientada en la comarca del Moncayo. En ella dos hermanos con apuros económicos secuestran por error al obispo de Tarazona. El lector es invitado al final del relato a viajar con la imaginación a un recinto secreto de la catedral

     Pero en el 2009 el viaje será real y los visitantes podrán disfrutar con la contemplación de las tres naves con crucero, la cabecera semicircular y la girola con capillas radiales. También podrán aprovechar para pasear por el claustro y, posteriormente, acercarse al casco histórico y conocer su amplio patrimonio mudéjar. Eso sí, para aquéllos que no conocen Tarazona, no pueden marcharse sin ver la fachada renacentista del Ayuntamiento y la Plaza de Toros vieja, de estructura octogonal y tantos otros edificios que son testigos mudos de la historia de esta ciudad.

   

PEDRAZA DE LA SIERRA

PEDRAZA DE LA SIERRA

     En la provincia de Segovia, cerca de la sierra de Guadarrama y a una hora de la capital de España, se levanta en una pequeña colina un pueblo castellano pintoresco y encantador.

     Me habían hablado muy bien de Pedraza de la Sierra, pero hasta que me decidí a visitarlo el pasado sábado nunca me hubiera imaginado el porqué de su bien merecida fama.

     Pedraza recibe al viajero con un aliento medieval. Su arco de entrada, asentado en la piedra, le da la bienvenida. A partir de ese momento, comienza una sinfonía inacabable de arte e historia. Su castillo medieval, la iglesia de Santa María y, sobre todo, su magnífica plaza de la Edad Media seducen al viajero y le envuelven en un halo de misterio. Porque visitar Pedraza es viajar inesperadamente hacia el pasado, es embeberse de las raíces castellanas, es bucear hacia épocas casi olvidadas.

     Además, ese mismo coincidía con una celebración especial que sólo se repite dos veces al año. Los vecinos y visitantes de Pedraza preparan durante toda la tarde cuarenta mil velas a lo largo y ancho de las calles del pueblo. Al caer la tarde, se encenderán estas pequeñas lámparas y se apagará la iluminación artificial. Es un viaje más hacia lo medieval, hacia la historia, hacia el silencio, hacia el encanto de un pueblo que atrae año tras año a miles de turistas.

BONILLA DE LA SIERRA

BONILLA DE LA SIERRA

La provincia de Ávila esta salpicada de pequeños núcleos rurales llenos de encanto y preñados de historia. Al pie de la sierra de Gredos se encuentra un pequeña localidad: Bonilla de la Sierra. Su historia se remonta a la época medieval. Formó parte del señorío abulense y su castillo fue utilizado como residencia de verano del obispado hasta el siglo XIX.

Hoy el viajero puede contemplar la enorme iglesia castrense, las murallas y el actual castillo. Lo que más llama la atención es la soledad del entorno, una especie de "locus amoenus" renacentista. Sólo tres o cuatro habitantes deambulan por sus empedradas calles. Desde la torre de la iglesia, morada habitual de las cigüeñas, se divisa un paisaje casi infinito. La luz de la tarde alarga las sombras y prolonga la mirada. Unos albañiles están reparando un tejado. Una anciana tiende la ropa en una pequeña era verde. No se ven niños, ni jóvenes. Sólo el silencio y la soledad vuelven a reinar en este pequeño pueblo abulense cuando los autobuses dejan atrás la puerta de la antigua muralla.

Pero Bonilla de la Sierra seguirá ahí, cual testigo mudo del paso del tiempo. La iglesia pide a gritos una restauración. No sé si volverá a ser lo que fue. Con la desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX, perdió sus privilegios y esta Bona-Villa se fue quedando despoblada y quedó a merced del destino, castigada por el progreso y por la emigración. Como tantos núcleos rurales de Castilla y León, de esa España interior tan olvidada.

POR UN FUTURO PARA ALIAGA

POR UN FUTURO PARA ALIAGA

Aliaga está saliendo de su letargo invernal. Han sido unos meses largos, marcados por la ausencia de lluvias. Pero el mes de mayo ha sido generoso y nos ha regalado el agua para beneficio del monte, de los campos y del paisaje pintoresco que rodea a este pueblo turolense.

Pero, como todo tiene su claroscuro, los vecinos de Aliaga están preocupados por el desmantelamiento de un proyecto que puede ser un primer motor del desarrollo industrial de esta localidad. Se trata de la planta de cogeneración de CO2 que se quiere instalar a orillas del Guadalope. Por eso, bajo el lema "Salvemos la planta de cogeneración de Aliaga", se reunieron ayer en el Ayuntamiento más de 300 vecinos para desbloquear el proyecto y pedirle al Gobierno de Aragón que dé el visto bueno a un plan que puede ser parte del futuro de un pueblo que ya sufrió algo similar - aunque mucho más grave - al inicio de la década de los ochenta, con el desmantelamiento definitivo de la central térmica.

Las numerosas entidades firmantes del manifiesto, en colaboración con el Ayuntamiento, piden el apoyo de y defensa para un proyecto que es compatible con el desarrollo turístico de la localidad, que es compatible con el respeto al medio ambiente, que es un factor clave para el desarrollo de nuevas oportunidades laborales en Aliaga, que contribuye a asentar la población y a mejorar la calidad de vida de sus habitantes y que es una necesidad irrenunciable para garantizar el futuro de los ciudadanos que viven y residen en el pueblo durante los doce meses del año.

Por eso, en la página www.salvemosaliaga.org se pueden manifestar muestras de adhesión a este proyecto y apoyar desde todos los ámbitos algo que puede ser muy importante. ¿Se logrará consolidar el proyecto? Esperemos no ocurra lo mismo que en 1981. Aunque entonces el contexto social y político era muy distinto y prevaleció más el silencio que la reivindicación solidaria. Los tiempos, afortunadamente, han cambiado. Es de esperar no sea demasiado tarde para regenerar una población y una comarca demasiado castigada por la emigración desde los años sesenta.

EL ENCANTO DE COBATILLAS

EL ENCANTO DE COBATILLAS

     Cobatillas es una pequeña localidad de la provincia de Teruel, perteneciente al municipio de Hinojosa de Jarque, que ofrece un especial encanto, sobre todo en otoño y en primavera. Por estas fechas de finales de mayo, cuando el cereal está en todo su esplendor, cuando los chopos centenarios engalanan el humilde río de La Val, cuando el cauce del río Seco parece despertar de su letargo invernal, este rincón turolense de unos cuarenta habitantes acoge a todos los visitantes que se dirigen desde el cruce de Mezquita a la cercana villa de Aliaga.

     Aunque la carretera comarcal ya no atraviesa el pueblo como antes - con aquellas peligrosas curvas que han motivado varios accidentes - Cobatillas queda a la vera del camino. Desde Aliaga me he acercado andando, en bicicleta o en turismo a este pequeño núcleo rural y he contemplado su huerta - cada vez más reducida - su caserío pintoresco, su iglesia dedicada a la Inmaculada y esa fuente que concita a los pocos vecinos en la plaza del pueblo.

     Cuando se aproxima el 22 de mayo, fiesta de Santa Quiteria - que ahora se celebra durante el fin de semana más cercano - sus vecinos se reúnen a jugar al guiñote y a compartir una comida popular. Intentan, además, recuperar algunas tradiciones, como el baile de la zorra o las enramadas. Pero lo más importante es el buen ambiente que se respira durante estos días, que anticipan unos meses con más vecinos y visitantes.

     Este año - tal como se observa en la fotografía - la hoguera vespertina marcará el inicio de unas fiestas que tuvieron su apogeo durante los años sesenta. Los pocos vecinos que quedan durante el año no están dispuestos a perder estas costumbres. Lástima que la fiesta sólo dure un fugaz fin de semana.

UN ALTO A ORILLAS DEL HUERVA

UN ALTO A ORILLAS DEL HUERVA

     Desde Fonfría (Teruel), en la sierra de Cucalón (1.280 m.) hasta Zaragoza, donde desemboca en el Ebro, el río Huerva sigue un itinerario más bien corto y con caudales normalmente exiguos e irregulares. Hoy, de regreso desde Valencia, nos hemos acercado a una de las localidades bañada por este río en sus primeros kilómetros de recorrido. En un mediodía caluroso, a falta de zonas de descanso en el recién inaugurado tramo de la Autovía Mudéjar, hemos hecho un alto en el camino en Ferreruela de Huerva, pequeña localidad turolense de la comarca del Jiloca.

     Ferreruela me ha causado una grata impresión. No sólo por la limpieza de sus calles o por sus casas restauradas. Me ha llamado la atención sobre todo la Iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción. Como podéis ver en la fotografía tomada por Javier, es de un estilo barroco-mudéjar. Algo original, sugerente y que llama la atención a los que admiramos el mudéjar de humilde ladrillo y no comulgamos demasiado con el barroco excesivamente ornamental. Esta mezcla de estilos - que tanto agradaba a Quadrado y Parcerisa cuando recorrieron parte de Aragón en 1844 - rompe la monotonía y sugiere algo elemental en el arte: que no existe un arte puro, que hay etapas de transición y vaivenes estilísticos. Este pórtico barroco y este campanario más cercano al arte mudéjar, conforman algo que los entendidos denominan  isla o islote barroco-mudéjar.

     Pero Ferreruela tiene otros monumentos que despiertan la admiración de los vecinos y visitantes: los peirones. Todavía se conservan dos: el de San José y el del Cristo de Ribota. Lástima no se conserve un tercero, demolido en los años sesenta del pasado siglo. Eso sí, una calle recibe su nombre como vestigio de este monumento mágico, simbólico y con connotaciones religiosas. Ahora, con la autovía a sólo tres kilómetros del pueblo, quizás Ferreruela sea más conocida y visitada. En el ecuador de la primavera, sus extensos campos de cereal verdean en el horizonte y contrastan con otras extensiones de tierra rojiza. Otro paisaje distinto al que recorría habitualmente la desierta carretera nacional.

AGUA PARA TODOS

AGUA PARA TODOS

Más que un lema, parece ya un tópico. Algunos recurren a él desde hace unos años como si fuera la bandera reivindicativa a la que tienen que agarrarse con las dos manos, sin importarles lo que les ocurre a los demás. Y es que, en determinadas ocasiones, es muy fácil pedir. Aunque sea sin motivo. Aunque suponga un agravio comparativo. Aunque otros tengan más motivos que yo para exponer quejas y lamentos.

La última vez que contemplé estas palabras - que suenan ya a eslogan publicitario - fue en la Televisión Autonómica Aragonesa, mientras veía durante unos minutos un aburrido partido de fútbol entre el Real Murcia y el Sevilla. Aparecía intermitentemente el cartel, sobre fondo azul, para llamar más la atención del espectador. Los que han diseñado el mensaje, lo han hecho convencidos. Pero quizás no conozcan la realidad de otras regiones con la misma necesidad de agua o más que ellos. Hoy nos lo recuerda una vez más la prensa: hay más de ciento cincuenta pueblos en Aragón sin el suministro de boca asegurado para los próximos meses. Sí, de boca, como los habitantes de Barcelona. Porque también Aragón tiene sed, como rezaba un lema, hace unas décadas. Y todo ello sin demagogias, sin proyectos macrodeportivos, sin urbanizaciones sin control, sin campos de golf y sin puro y duro desarrollismo.

Uno de estos pueblos es Blesa, pequeña localidad de la comarca de las Cuencas Mineras de la provincia de Teruel, que lleva más de dos meses sin poder disfrutar de algo tan elemental como es el agua corriente. Se ha secado el pozo de suministro y los vecinos se las van arreglando como mejor pueden. Los bomberos suministran casi 200.000 litros de agua semanales, pero los pocos habitantes que quedan en invierno sólo pueden abrir el grifo cuatro horas al día. La situación podría agravarse el próximo verano, si no viene la tan esperada lluvia. Y, aunque se están realizando prospecciones para encontrar otro pozo, las obras serán lentas y costosas. Mientras tanto, nos olvidamos de Blesa y miramos hacia Barcelona, Valencia o Murcia. Como si Aragón no tuviera sed. Decir "agua para todos" supone expresar una necesidad urgente en muchos casos. En otras circunstancias, puede ser hasta un arma política.

De momento, prefiero quedarme con los encantos de Blesa y desear que se solucione pronto esta lamentable situación. En la página http://www.blesa.info/ podemos encontrar la intrahistoria de un pueblo inquieto, pintoresco y acogedor.

 

 

PAISAJE DE MI INFANCIA

PAISAJE DE MI INFANCIA

     Hoy he vuelto a contemplar el paisaje de mi infancia desde un lugar privilegiado. He divisado a lo lejos la fisonomía callada y silenciosa de Aliaga. Y he contemplado las montañas que rodean al pueblo que me vio nacer desde otra eminencia rocosa, desde el túnel artificial construido encima del cruce de la carretera de Campos en los años cincuenta. Todavía quedan restos del armazón de hierro que sostenía las guías y las maromas de las que colgaban las vagonetas que transportaban el carbón desde la mina de Hoya Marina hasta la central térmica en el barrio de La Aldehuela. Eran años de trabajo, de un cierto impulso para la población minera.

     En este día de San Jorge de 2008, mientras observo los detalles de mi pueblo desde lo alto, pienso en el pasado, me detengo en el presente e intento adivinar el porvenir. Me queda un sabor agridulce cuando atravieso el túnel  con Javier - ¡qué buen trabajo realizaron en aquellos años! - y contemplo el pantano cada vez más anegado, la central cada vez más ruinosa y, a lo lejos, los montes que me resultan todavía muy familiares.

    Ya en el pueblo, antes de regresar a la ciudad, camino por las calles solitarias y silenciosas. Contemplo las casas cerradas, muchas de ellas a cal y canto. Y, ya en mi calle, la calle de la Luna, recuerdo a los vecinos de mi infancia, el bullicio de los años sesenta, la ilusión de los juegos infantiles y la relativa libertad de los diez años.

     En Aliaga todavía no ha llegado la primavera en todo su esplendor. Las casas conservan aún la temperatura invernal y los brotes de los chopos y de los manzanos asoman tímidamente. Sólo la flor blanca de los cerezos y de los perales anticipa una primavera marcada por la sequía y el vendaval. Pero todavía quedan dos meses para disfrutar de un paisaje verde y salpicado de aromas y colores.

PREOCUPACIÓN EN CALAMOCHA

PREOCUPACIÓN EN CALAMOCHA

     Los vecinos de la localidad turolense de Calamocha están preocupados por las posibles consecuencias que puede tener la apertura del último tramo de la autovía Mudéjar para la hostelería y los servicios. Calamocha siempre ha sido un lugar ideal para que los conductores que viajan desde el norte hasta la costa valenciana o desde la costa hacia el norte se detengan a tomar un bocadillo, comer o cenar. También es importante en esta ciudad que sobrepasa los cuatro mil habitantes la industria del jamón, cada vez más consolidada en este municipio.
      Pero, desde el mes de febrero, la carretera Nacional 234 entre Sagunto y Burgos ya no surca el centro de la población. La autovía pasa bastante más lejos y los conductores se lo piensan dos veces antes de acercarse a la localidad. Porque, aunque la autovía es una ventaja, puede ser un inconveniente en cierto sentido. Los vecinos se quejan, por boca del alcalde, de la deficiente señalización de las salidas y entradas desde la autovía a Calamocha, de la limitación de las direcciones en la rotonda y de la escasa iluminación de esos tramos finales.
     Sería conveniente reflexionar sobre el problema. Es verdad que los calamochinos se podían imaginar desde hace años lo que iba a ocurrir. Es cierto que algunos tendrán que adaptarse poco a poco a la nueva situación y tendrán que ganarse a pulso a la clientela. Pero también es evidente que los responsables de estas vías de comunicación deben facilitar los accesos, en lugar de entorpecerlo.
Los vecinos de esta simpática e inquieta localidad turolense tienen un reto. Y creo que lograrán lo que pretenden con tesón y con un poco de imaginación.

NOTICIA PREOCUPANTE

NOTICIA PREOCUPANTE
     Un gran camión de 40 toneladas que transportaba gas licuado volcó el pasado domingo en el término de Aliaga y ha sembrado la alarma entre la población. El tráiler se dirigía a abastecer a la planta de cogeneración eléctrica instalada en los Estrechos del río Guadalope. Como consecuencia del accidente el camino asfaltado a la planta de cogeneración permaneció ayer cortado.
     Vecinos de Aliaga informaron ayer del vuelco de un gran camión que transportaba gas licuado para la planta de cogeneración eléctrica situada en los Estrechos del río Guadalope. Los vecinos denunciaban el peligro que supone el paso a diario de los camiones cisterna de gas licuado por medio de la población, que puede ocasionar una gran e irreparable tragedia, por lo que pidieron que se concedan los permisos para que el gasoducto pueda cruzar el río Guadalope y llegue hasta la planta de cogeneración eléctrica.
    
     Gracias a un blog amigo, me llega esta noticia que apareció en el Diario de Teruel el día 13 de febrero. No deja de ser una situación preocupante. En varias ocasiones lo había comentado en el pueblo con algún vecino o con algún visitante. En agosto, cuando Aliaga triplica su población, sorprendía a propios o extraños que camiones de gran tonelaje atravesaran el casco urbano con el consiguiente peligro para personas o viviendas.       
     Desconozco el lugar donde ha ocurrido el accidente. Y espero que sólo haya sido un aviso. Eso sí, un aviso serio para que los responsables de tal incongruencia tomen cartas en el asunto cuanto antes. No sé si lo han hecho ya. Ya tardan... Lo lógico es que actúen de inmediato. Antes de que ocurra una tragedia y todo sean lamentaciones. Porque cuando las cosas se hacen mal desde un principio, es difícil encontrar la línea recta y rectificar a tiempo. ¿Será demasiado tarde? 

REFORESTACIÓN EN VILLARQUEMADO

REFORESTACIÓN EN VILLARQUEMADO

     Al parecer, gracias al impulso de la Exposición Universal de 2008 en Zaragoza, se quiere volver a una costumbre aparentemente olvidada: reforestar Aragón. Durante los años sesenta, hubo un impulso a la reforestación en algunas zonas montañosas de la provincia de Teruel. Muchos jóvenes trabajaban durante unos meses en esta tarea. Se realizaba con yuntas de bueyes y se plantaban, sobre todo, pequeños pinos. Hoy, cuarenta años después, esos pintos han crecido y dotan de vitalidad a un paisaje, antes desolado.

     En la escuela también dedicábamos algunos días de la primavera - cercanos a la celebración del "Día del árbol" - para plantar un pequeño chopo a la orilla del río Guadalope. Algunos no prosperaron, pero otros orlan la ribera del río y los contemplamos con orgullo y satisfacción. Los niños de Villarquemado, pueblo situado en el llano turolense, equidistante entre Valencia y Zaragoza y muy cercano a la capital de los Amantes, van a dedicar unas horas de su tiempo libre durante este fin de semana a plantar seis mil árboles - no especifica la especie - en la laguna del Cañizar. Es una idea excelente y una actividad que vale la pena. Parece que va a ser sólo el principio de un proyecto que se extenderá luego a todo Aragón. ¡Qué satisfacción produciría a los habitantes de esta región contemplar las estepas de Belchite, las colinas de los Monegros o los montes de la comarca de Daroca llenos de pinos, abetos u otro tipo de arbolado! El paisaje no se presentaría tan desolado y quizás el aire que respiramos sería más saludable.

     Villarquemado quiere embellecer uno de sus parajes más pintorescos. Ahora que la carretera nacional 234 ha quedado sólo como vía de servicio. Ahora que el continuo tráfico no atraviesa el pueblo, Villarquemado puede convertirse en un lugar acogedor. Eso sí, habrá que esperar unas décadas hasta que esos pequeños árboles se hagan adultos. Entonces el entorno ya no será tan desolado como hasta ahora. Su cercanía a la capital - a 25 kilómetros de Teruel - puede incluso facilitar pequeñas escapadas a la laguna del Cañizar. Y la autovía mudéjar pasa sólo a 500 metros del pueblo. Bienvenido sea este inicio de reforestación. Que no quede sólo en un gesto simbólico o en un impulso aislado.

CRUCE DE CAMINOS

CRUCE DE CAMINOS

     En el camino de regreso desde Valencia a Zaragoza, decidimos dejar de lado la autovía mudéjar a la altura de Teruel y acercarnos a la comarca de las Cuencas Mineras para contemplar un paisaje aparentemente desolado pero muy entrañable para los que hemos nacido en esta zona.

     Al llegar a la altura de Mezquita de Jarque, Javier hace una foto en blanco y negro mientras descendemos el puerto del Esquinazo, levemente tapizado por la nieve. La instantánea me recuerda los años sesenta, la década de mi infancia. Tenía la misma edad que tiene ahora Javier, pero contemplaba el paisaje de otra manera. Mezquita estaba lejos de Aliaga. Era un cruce de caminos. En este pueblo turolense de poco más de un centenar de habitantes se detenía el coche de línea que unía Teruel con Reus y, más tarde, Teruel con Barcelona. Mezquita sigue ahí, impasible. Parece que el paso del tiempo no ha alterado demasiado su inconfundible silueta. Todavía se agrupa su caserío entre la iglesia de San Lorenzo y la ermita de Santa Rosa. La localidad, ubicada entre dos lomas de ligera pendiente, está surcada por el casi recién nacido río de La Val y rodeada de extensos campos de cereal. Su población se está manteniendo, aunque el impulso agrario e industrial está todavía por despegar.

     Dejamos atrás Mezquita, rodeada de un pequeño manto de nieve. Ahora no nieva como antes - le comento a Javier, que contempla ilusionado la panorámica blanquiverde. Ahora hay mejores comunicaciones. Aunque, paradójicamente, estas vías más rápidas parecen invitar a la gente a acercarse a los pueblos sólo fugazmente. Y es que el invierno es muy crudo en esta zona. Y hoy ha hecho un día verdaderamente invernal. Dejamos atrás Mezquita y nos encaminamos hacia el alto de San Just. A la izquierda, Valdeconejos y, un poco antes, una estación de ferrocarril abandonada desde hace casi un siglo. Un nuevo monumento a la soledad.

TARDE DE PODA EN ALIAGA

TARDE DE PODA EN ALIAGA

     La primavera parece querer anticiparse en este valle turolense. La tarde es plácida, serena, adolescente. Sopla una pequeña brisa a la orilla del río La Val, que murmura humildemente antes de confluir con el río Miravete y emprender juntos la aventura del Guadalope hasta las aguas del Ebro en Caspe. Tarde de poda en Aliaga. Estos días de asueto nos permiten compaginar el descanso con esta actividad casi lúdica pero exigente. Me sujeto a una de las ramas con un arnés y, hacha en mano, comienzo a eliminar aquellas ramas que no van a llegar a nada. Caen al suelo sosegadas, rendidas. Nadie las recogerá, como se hacía antaño. Antes se rebuscaban hasta las más pequeñas para alimento de nuestras estufas en invierno.

     De frente contemplo el barrio de Santa Bárbara, casi deshabitado en estos meses invernales. El río - más bien aprendiz de río - alegra el paisaje amarronado y surca de lado a lado las casas bajas de lo que fue un barrio minero bullidor durante los años cincuenta y sesenta. A mi espalda, el castillo semiderruido. Es la cara más oculta de esta fortaleza que jugó un papel importante durante las guerras carlistas. Después se fue desmoronando. ¿Llegarán tiempos mejores de restauración?

     Desde lo alto del chopo - carcomido por dentro como el olmo machadiano - contemplo la tarde serena y reflexiono sobre el paso del tiempo. En estos pueblos parece que el tiempo se ralentiza, que las horas se multiplican por dos. Algún coche surca veloz la vecina carretera en dirección a Teruel o a Zaragoza. Poco más abajo, un agricultor prepara con mimo la tierra para la próxima siembra. De vez en cuando dirige la mirada hacia el cielo. La lluvia no acaba de llegar a estos valles. Casi no ha llovido nada desde la pasada primavera. Y las fuentes lo notan, los ríos lo sufren y el monte muestra, de momento, su cara más triste. Sólo el verdor de una pequeña pineda da una nota de vida al paisaje. Porque la primavera llegará algo más tarde, como la de Soria en los poemas de Machado. Todavía vendrán algunas heladas. ¿Volverá, por fin, la tan ansiada lluvia?

POR LA RIBERA BAJA DEL EBRO

POR LA RIBERA BAJA DEL EBRO

     En una tarde primaveral nos hemos dirigido en autobús por la Ribera Baja del Ebro hacia la pintoresca localidad de Quinto de Ebro. El motivo de este viaje ha sido el encuentro de fútbol entre los infantiles del Club Deportivo San José y los jugadores del Quinto. En lo deportivo, el choque ha sido muy igualado y, de no haber sido por dos despistes defensivos en los últimos cinco minutos, habría terminado en tablas. Eso habría sido lo más justo. Pero de la victoria visitante - se ha estrellado un balón en el larguero - a la victoria local ha mediado sólo un contraataque. Es decir, que hemos regresado con la sensación de haber perdido lo que teníamos ganado o, al menos, empatado. A partir de ahora, habrá que apretar mucho el acelerador para mantener ese privilegiado segundo puesto que con tanta ilusión estaban defendiendo nuestros chavales.

     Pero la apacible tarde ha dado mucho más de sí. Contemplar la ribera del Ebro teñida de un verde primaveral - especialmente a partir de Fuentes de Ebro - en estos tiempos de sequía, es algo que alegra la vista y levanta el ánimo. Llegar después a Quinto de Ebro, después de dejar a la izquierda el cruce de Pina y contemplar el paisaje ribereño en lontananza es algo de lo que no se disfruta todos los días. Quinto nos ha recibido a la hora de la siesta, con el arco de San Miguel, al final de la calle Mayor. Las calles son sinuosas, y casi todas van a morir a la carretera de Alcañiz. Al derecha, en dirección al campo de deportes, nos indica cómo llegar hasta el monumento más representativo de Quinto, el Piquete, situado en lo alto de este mismo cerro. Esta joya artística, castigada duramente durante la última guerra civil y restaurada recientemente en su parte exterior, no es otra que la iglesia mudéjar de Nuestra Señora de la Asunción. Vale la pena subir por una empinada calle para contemplar un panorama de la villa y de gran parte de este valle, surcado por el Ebro y beneficiado por sus cada vez más preciadas aguas.

     Quiero plasmar a continuación una pequeña síntesis de un gran conocedor de este municipio zaragozano para aquellos que no conozcan Quinto de Ebro y quieran animarse a visitar sus calles, su entorno y sus monumentos: 

    Lo primero que llama la atención de Quinto son sus sinuosas calles, de origen morisco, que serpentean para desembocar siempre en el lugar más inesperado. Adornan el camino unos arcos sencillos y hermosos, que dignifican los pasos del caminante.

     Tal vez no son tan espectaculares como los de otras localidades, pero los arcos de Quinto tienen un sabor humilde y austero, propio de las gentes de la zona, acostumbradas a luchar contra la inclemente naturaleza y su poca dadivosidad.

       Pero la joya más preciada del municipio, que seguro valorará el viajero con la misma intensidad que los propios quintanos, es el conocido como "Piquete".   Se trata de un templo mudéjar situado en lo alto de la localidad, cuya silueta conforma su paisaje más característico. La iglesia de la Asunción (ese fue su verdadero nombre) sufrió graves destrozos durante la Guerra Civil, pero hoy todavía conserva una abigarrada decoración mudéjar, formada por amplios paños de "sebka", en la antigua torre de planta cuadrada.

    Quinto recibe al visitante con el rumor de los viejos muros, que entrañan miles de historias que se intuyen claramente y demuestran la riqueza de su patrimonio a pesar del abandono y de la dejadez de aquellos que han permitido y consentido la perdida irreversible de los Baños de Quinto que fueron referente internacional en el siglo XIX, el total abandono del palacio renacentista conocido como "la casa del cura" o las continuas agresiones de las que han sido y son objeto el "Piquete" (hoy restaurado en su exterior) y los Arcos de Quinto.

     Pasear por sus aceras es acercarse un poco más, de manera más fértil, a los orígenes que Quinto comparte con otras muchas localidades, entre ellas Salduie, que tras otros nombres es hoy Zaragoza. 

INICIATIVAS INDUSTRIALES PARA TERUEL

INICIATIVAS INDUSTRIALES PARA TERUEL

      El gobierno central ha presentado esta semana un Plan de Actuación Específico para la provincia de Teruel. La idea es buena e incluso loable. Lo que ocurre es que estos 19 millones de euros para proyectos empresariales no vayan a parar adonde todos quisiéramos y se concentren en pocas poblaciones, especialmente en Andorra y en Utrillas. Es verdad que las infraestructuras ya están preparadas, es verdad que el proceso ya está en marcha, es verdad que ya tienen una cierta tradición industrial. Lo que ocurre, sin embargo, es que la tarta siempre se la reparten entre unos pocos. Y la verdad es que no hay demasido que repartir.

     He leído con detención la noticia, he comprobado los proyectos y las adjudicaciones y me ha quedado un sabor agridulce. No sé cuál puede ser la causa: si la ausencia de propuestas, la escasez de población o las deficientes comunicaciones. El caso es que - con excepción de Villarroya de los Pinares y la citada Utrillas - las comarcas del Maestrazgo y las Cuencas Mineras se quedan prácticamente como estaban: huérfanas de proyectos  industriales. Es cierto que el plan habla de reindustrialización, es decir, de una acción sobre algo que ya funciona de antemano. Y esto es como el pez que se muerde la cola: las zonas con una pequeña industria se verán revitalizadas - Alcorisa, Andorra, Cedrillas, Mora de Rubielos - y las demás (la inmensa mayoría) seguirán unos años más en el olvido. Al menos en lo que a infraestructuras industriales se refiere. Aliaga, en concreto, no figura en esta relación. No sé cuál será la causa. Inquietudes creo que no faltan. Pero, si se sigue esperando, tal vez sea demasiado tarde.

     Mientras tanto, se habla de turismo, de restauración de rehabilitación de edificios antiguos o de adecentamiento de monumentos históricos. Sin embargo, quizás sean insuficientes estas actuaciones para fijar la población o para crear nuevos empleos. La industria es, sin embargo, el complemento ideal para el turismo y los servicios. Porque sin un mínimo tejido industrial, desaparecen los comercios, se cierran las entidades bancarias, se clausuran las escuelas y los pueblos de convierten en un atractivo turístico sólo para los cortos meses de verano.  Y en un oasis para los jubilados.  Esa es la realidad. No deja de alegrarnos, de todos modos, la rehabilitación del antiguo horno de pan de la Cañada de Benatanduz. Pero nos gustaría que fuera el indicio de la recuperación de una de las comarcas turolenses más castigadas por la emigración durante las décadas de los sesenta y de los setenta. El reto es difícil. Y va mucho más allá de un plan de reindustrialización que no le vendrá mal a la provincia.